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Job 7:11 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

11 »¡Ay, déjame expresar mi angustia. Que dé rienda suelta a la amargura de mi alma!

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Biblia Reina Valera 1960

11 Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 »No puedo evitar hablar; debo expresar mi angustia. Mi alma llena de amargura debe quejarse.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Por eso, no quiero callarme sino que expresaré la angustia de mi espíritu y haré que escuchen la pena de mi alma.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Por tanto, no refrenaré mi boca, Hablaré en la angustia de mi espíritu, Me quejaré en la amargura de mi alma.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Por eso no retendré mis palabras, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma:

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Job 7:11
20 Tagairtí Cros  

Luego se pusieron a conversar entre ellos y decían: ―Esto nos ha ocurrido como consecuencia de lo que le hicimos a José en nuestra juventud. Vimos el terror y la angustia suya y oímos sus ruegos, pero no le hicimos caso.


»¡Estoy harto de esta vida! Dejen que dé rienda suelta a mis quejas. Hablaré en mi dolor y en mi amargura.


Si soy culpable, ¡pobre de mí! Y si soy inocente, de nada me vale. ¿Qué esperanza tengo?


»Callen ahora y déjenme hablar; yo estoy dispuesto a afrontar las consecuencias.


»Sin embargo, yo he de seguir sufriendo por mucho que me defienda, y de nada sirve negarme a hablar,


Dios destruye también a los que padecen espantosa miseria y jamás poseyeron bien alguno.


«Mi respuesta es aún hoy amarga, pues mi castigo es mucho más grave de lo que mi falta merece.


Apártate del mal, pues fue para evitar que cayeras en una vida de maldad que Dios te envió este sufrimiento.


Si yo resolviera olvidarme de mis quejas contra Dios, dar fin a mi tristeza y alegrarme,


Cuanto más meditaba, tanto más ardía ese fuego interno. Por fin hablé, y supliqué a Dios:


A todos les he hablado de tu justicia. Sin timidez lo he proclamado, según te consta, Señor.


¿Pero qué puedo decir? Pues él mismo es quien envió esta enfermedad. Por la amargura de mi alma, el sueño huyó de mí.


»Sí, ahora lo comprendo: fue bueno que yo padeciera esta amargura, pues amorosamente me has librado de la muerte, has perdonado todos mis pecados.


Estaba tan angustiado, que se puso a orar con más intensidad, y su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre.


Y cuando les escribí, se me partía el corazón al hacerlo. Lo digo con sinceridad: lloré muchísimo. Mi intención no era hacerlos sufrir, pero tenía que demostrarles cuán grande es el amor que les tengo.


Ella estaba profundamente angustiada y clamaba con amargura mientras oraba al Señor.


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