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Job 2:3 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

3 ―Bien, ¿te fijaste en mi siervo Job? —preguntó el Señor—. Es el mejor hombre de toda la tierra; hombre que me teme y se abstiene de todo mal. Ha mantenido su fe en mí no obstante haberme incitado tú a que te dejara perjudicarlo sin causa alguna.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Entonces el Señor le preguntó a Satanás: —¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal. Además ha conservado su integridad a pesar de que tú me incitaste a que le hiciera daño sin ningún motivo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Yavé dijo a Satán: '¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra; es un hombre bueno y honrado que teme a Dios y se aparta del mal. Aún sigue firme en su perfección y en vano me has incitado contra él para arruinarlo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y YHVH dijo al Acusador: ¿Acaso has puesto tu corazón contra mi siervo Job porque no hay como él en la tierra, varón íntegro y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal, que aún se aferra a su integridad a pesar de que me incitaste contra él para arruinarlo sin causa?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 '¿Has reparado -le dijo Yahveh- en mi siervo Job? No hay otro igual en la tierra. Es hombre integro y recto, teme a Dios y evita el mal. Sigue firme en su integridad. En vano, pues, me has incitado contra él para perderle.'

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Job 2:3
26 Tagairtí Cros  

Esta es la historia de Noé y de sus descendientes. Noé era un hombre justo y bueno, y todo el tiempo vivía conforme a la voluntad de Dios.


Joab le respondió: ―¡De ninguna manera! ¡Que Dios me libre de hacer semejante daño!


En la tierra de Uz vivía un hombre llamado Job, hombre bueno que temía a Dios y se abstenía de lo malo.


Pero quítale sus riquezas, ¡y ya verás cómo te maldice en tu propia cara!


Cierto día en que los ángeles se presentaron ante el Señor, acudió también con ellos el ángel acusador.


Entonces Dios preguntó al acusador: ―¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay otro como él en toda la tierra: hombre perfecto y recto, que me teme y se abstiene de todo mal.


Dios puede matarme por decirlo, y probablemente lo haga. No obstante, voy a defender mi caso con él.


―¿De dónde vienes? —le preguntó el Señor al acusador. Y este respondió: —De rondar la tierra.


―¿Y qué si lo perjudico en carne propia? —respondió el acusador—. El hombre dará cualquier cosa por salvar su vida. ¡Dáñalo con una enfermedad, y te maldecirá en tu propia cara!


Pues él es quien destruye, quien multiplica mis heridas sin causa alguna.


Y yo, ¿soy acaso justo? Mi propia boca lo niega. Aunque creyera que soy perfecto, Dios me declararía convicto de maldad.


Retira toda acusación en contra mía, Señor; pues he procurado cumplir tus leyes y sin vacilación he confiado en ti.


¡Observa al bueno, al inocente, al recto, porque les espera un gran porvenir a aquellos que aman la paz! ¡Para él hay un fin venturoso!


Me has preservado por mi honradez; has permitido que para siempre esté en presencia tuya.


El justo se salva de la calamidad, pero la desgracia le sobreviene al malvado.


La justicia protege al hombre que es recto, pero la maldad destruye al pecador.


El que anda por el camino recto, le teme al Señor; el que anda por el camino del mal lo desprecia.


El Señor detesta las ofrendas de los malvados, pero se deleita en las oraciones del justo.


El camino del justo se aparta del mal; el que quiere salvar su vida, se fija por dónde va.


Jesús les respondió: ―Ni por el pecado de él ni por el de sus padres, sino para que todos vean lo que Dios hace en la vida de él.


No quiere decir que yo ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante trabajando para poder alcanzar aquello para lo que Cristo Jesús me salvó a mí.


Dichoso el que permanece firme durante la prueba, porque cuando la supera, recibe la corona de la vida que Dios ha prometido a los que lo aman.


La fe de ustedes es como el oro que tiene que probarse por medio del fuego. Así también su fe, que vale mucho más que el oro, tiene que probarse por medio de los problemas y, si es aprobada, recibirá gloria y honor cuando Jesucristo aparezca.


Y después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, Dios mismo los restaurará, los hará fuertes, firmes, y les dará seguridad.


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