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Jeremías 44:16 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

16 «¡No vamos a escuchar los falsos mensajes que dices de parte del Señor!

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Biblia Reina Valera 1960

16 La palabra que nos has hablado en nombre de Jehová, no la oiremos de ti;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 —¡No escucharemos tus mensajes del Señor!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 No queremos saber nada con todo lo que nos has dicho en nombre de Yavé,

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 En cuanto a la palabra que nos has dicho en nombre de YHVH, no te obedeceremos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 'En lo que respecta a la palabra que nos has dicho en nombre de Yahveh, no queremos escucharte,

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Jeremías 44:16
24 Tagairtí Cros  

«Vamos, rompamos sus cadenas», dicen, «liberémonos de la esclavitud de Dios».


―¿Conque esas tenemos? —replicó el faraón—. ¿Quién es el Señor para que yo tenga que obedecerlo y dejarlos ir? Yo no conozco al tal Señor, así que no dejaré salir a Israel.


Repetidamente los he llamado y no quieren venir; les he tendido mi mano pero no me hacen caso.


Hasta la mirada de sus rostros los traiciona y pone de manifiesto su culpa. Y se vanaglorian de que su pecado es igual al pecado de Sodoma. ¡Ni vergüenza les da! ¡Qué catástrofe! Se han acarreado su propia condenación.


Han vuelto a cometer las mismas faltas de sus antepasados, se niegan a seguir mis instrucciones y ofrecen homenaje a los ídolos. El convenio que establecí con sus antepasados queda roto y sin validez.


Pero sus antepasados no lo hicieron, ni siquiera se dignaron poner atención a lo que les decía. Cada uno hizo lo que le dio la gana, guiado por su terquedad. Y como se negaron a obedecer, les apliqué los castigos estipulados en el convenio.


Este pueblo perverso se niega a escucharme, va en pos de sus malos deseos y adora ídolos; por lo tanto llegará a ser como ese cinturón: inservible.


Entonces el pueblo dijo: «Vamos, librémonos de Jeremías. Nosotros tenemos sacerdotes, sabios y profetas, no necesitamos su consejo. Acallémoslo para que no hable más contra nosotros ni nos vuelva a molestar».


fueron al rey y le dijeron: ―Señor, hay que matar a este hombre. Ese modo de hablar minará la moral de los pocos soldados que nos quedan, y del resto del pueblo. Este hombre es un traidor.


»Pero si rehúsan obedecer al Señor y dicen: “Aquí no nos quedaremos”, e insisten en ir a Egipto en donde piensan estar libres de la guerra, el hambre y las alarmas,


Azarías, hijo de Osaías, y Johanán, hijo de Carea, y todos los otros hombres orgullosos le dijeron a Jeremías: ―¡Mientes! ¡El Señor nuestro Dios no te ha mandado que nos digas que no vayamos a Egipto! Baruc, hijo de Nerías, te ha puesto contra nosotros y te ha dicho que nos digas esto para que nos quedemos acá y seamos muertos por los babilonios o llevados cautivos a Babilonia.


Luego Jeremías les dijo a todo el pueblo, hombres y mujeres: ¡Escuchen el consejo del Señor, ustedes todos ciudadanos de Judá que están en Egipto!


El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Tanto ustedes como sus esposas han dicho que jamás renunciarán a su devoción y práctica de rendir homenaje a la «Reina del Cielo» y así lo han demostrado con sus actos. ¡Pues adelante; cumplan las promesas y votos que le han hecho!


El Señor les dio el mejor consejo: Pregunten dónde está el buen camino, las instrucciones justas en las que antes se orientaban, y vuelvan a vivir conforme a ellas. ¡Ya verán lo bien que se sentirán por ello! Pero responden: «¡No, estamos bien así!».


¿Se avergüenzan acaso de las horribles cosas que hacen? ¡No, en absoluto, ni siquiera se ruborizan! Por eso me encargaré de que caigan y sean avergonzados. Yo mismo les acarrearé la muerte.


Escucho su conversación, y ¿qué oigo? ¿Hay quien lamente haber pecado? ¿Hay quien diga: «¡Qué terrible lo que hice!»? ¡No, todos viven felices en medio de sus actos malvados! ¡Hasta se me figuran caballos desbocados cuando perdieron al jinete en medio de la batalla!


Les daré una oportunidad. Cuando oigan la música, si se inclinan y rinden homenaje a la estatua, no tomaré en cuenta su falta; pero si se niegan a hacerlo, serán arrojados inmediatamente en un horno de fuego ardiente. Y entonces, ¿qué dios podrá librarlos de mi castigo?


Pero la gente de su país lo odiaba y mandaron un grupo de personas tras él para que dijeran: “No queremos que este sea nuestro rey”.


Y a esos enemigos míos que no querían que yo fuera su rey, tráiganlos aquí y mátenlos delante de mí”».


Con todo, el pueblo no quiso oír la advertencia de Samuel. ―De todos modos, queremos un rey —le dijeron—.


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