Biblia Todo Logo
Bíobla ar líne
- Fógraí -





Hechos 8:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

1 Y Saulo estaba de acuerdo en que asesinaran a Esteban. Aquel mismo día, una gran ola de persecución se levantó contra los creyentes y barrió la iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, huyeron a Judea y Samaria.

Féach an chaibidil Cóip


Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Saulo fue uno de los testigos y estuvo totalmente de acuerdo con el asesinato de Esteban. Ese día comenzó una gran ola de persecución que se extendió por toda la iglesia de Jerusalén; y todos los creyentes excepto los apóstoles fueron dispersados por las regiones de Judea y Samaria.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Saulo estaba allí y aprobaba el asesinato. Este fue el comienzo de una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.

Féach an chaibidil Cóip

La Biblia Textual 3a Edicion

1 Saulo consintió en su asesinato, y en aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia en Jerusalem, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Saulo estaba de acuerdo con aquella muerte. Comenzó aquel día una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén y todos se dispersaron por los lugares de Judea y de Samaría, a excepción de los apóstoles.

Féach an chaibidil Cóip




Hechos 8:1
35 Tagairtí Cros  

de modo que les respondí con este mensaje: «Estoy ocupado en unas obras muy importantes. Si yo bajo a reunirme con ustedes, entonces los trabajos se paralizarían. ¿Por qué han de suspenderse las obras para ir yo a visitarlos?».


Pero aunque Daniel lo supo, se fue a su hogar y se arrodilló como de costumbre en su dormitorio en la planta alta, con sus ventanas abiertas hacia Jerusalén, y oró tres veces al día, tal como siempre lo había hecho, dando gracias a su Dios.


El rey se puso muy contento y ordenó que Daniel fuera sacado del foso. Y no se encontró siquiera un rasguño en él, porque había confiado en su Dios, quien lo protegió.


y los otros tomaron a los mensajeros y, tras golpearlos y afrentarlos, los mataron.


»Yo les enviaré profetas, hombres llenos del Espíritu y escritores inspirados, pero a algunos los crucificarán, a otros les destrozarán las espaldas a latigazos en las sinagogas, y a los demás los perseguirán de ciudad en ciudad.


»Ustedes son la sal del mundo. Si la sal pierde el sabor, ¿para qué va a servir? ¡Sólo para que la boten y la pisoteen por inservible!


Recuerden lo que les dije: “Ningún sirviente es más que su amo”. Así que, si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Y si han obedecido mis palabras, también obedecerán las de ustedes.


A ustedes los echarán fuera de las sinagogas; y llegará el día en que cualquiera que los mate pensará que le está prestando un servicio a Dios.


Sin embargo, cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes recibirán poder para ser mis testigos no sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.


En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé, Simeón el Negro, Lucio de Cirene, Manaén (hermano de crianza del tetrarca Herodes) y Saulo.


»Por cierto, después que David sirvió a su generación de acuerdo con la voluntad de Dios, murió, fue enterrado con sus antepasados y su cuerpo se descompuso.


y alababan a Dios. Todo el mundo simpatizaba con ellos y todos los días el Señor añadía a la comunidad a los que habían de ser salvos.


Y cuando estaban matando a Esteban, tu testigo, yo estaba allí aprobando lo que hacían y cuidando la ropa de quienes lo mataban”.


Y eso fue lo que hice en Jerusalén. Con el permiso de los jefes de los sacerdotes, metí en la cárcel a muchos de los santos de Jerusalén. Cuando a estos los mataban, yo estaba de acuerdo.


y arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel.


―Vayan al templo y prediquen acerca de la Vida —les ordenó el ángel.


Al oírlos, los miembros del concilio, rabiando de furia, querían matarlos.


El concilio aceptó la recomendación, llamó a los apóstoles y, después de azotarlos, les exigieron que no volvieran a hablar en el nombre de Jesús. Finalmente, los pusieron en libertad.


En el desierto, Moisés estuvo como mediador entre el pueblo de Israel y el ángel que en la cumbre del Sinaí le entregó las palabras de vida para comunicárselas a nuestros antepasados.


Los jefes judíos, al escuchar la acusación de Esteban, crujían los dientes y rabiaban de furia contra él.


Los testigos oficiales se quitaron la ropa, la pusieron a los pies de un joven llamado Saulo, y también apedrearon a Esteban hasta matarlo.


Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que el pueblo de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan.


Varios judíos piadosos, llenos de tristeza, enterraron a Esteban.


Los creyentes que huyeron de Jerusalén continuaron predicando las buenas noticias por dondequiera que iban.


Felipe, por ejemplo, huyó a Samaria y se puso a hablarle del Mesías al pueblo.


Mientras tanto, la iglesia de Judea, Galilea y Samaria tenía paz y crecía en fortaleza y número. Los creyentes aprendían cómo andar en el temor del Señor, fortalecidos por el Espíritu Santo.


Saben muy bien que el castigo que impone Dios por esos delitos es la muerte; y sin embargo, continúan cometiéndolos y se deleitan cuando otras personas los practican.


Hermanos, quiero que sepan que lo que me ha pasado ha ayudado a anunciar el evangelio.


Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo al enojo del faraón. Y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible.


Lean orainn:

Fógraí


Fógraí