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Hechos 16:15 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

15 Entonces la bautizamos junto con los demás miembros de su familia. ―Si ustedes creen que soy fiel al Señor —nos dijo ella—, vengan a hospedarse a mi casa. Su insistencia fue tal que aceptamos.

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Biblia Reina Valera 1960

15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

15 Ella y los de su casa fueron bautizados, y nos invitó a que fuéramos sus huéspedes. «Si ustedes reconocen que soy una verdadera creyente en el Señor —dijo ella—, vengan a quedarse en mi casa». Y nos insistió hasta que aceptamos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

15 Recibió el bautismo junto con los de su familia, y luego nos suplicó: 'Si ustedes piensan que mi fe en el Señor es sincera, vengan y quédense en mi casa. Y nos obligó a aceptar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

15 Y cuando fue bautizada con su familia, nos rogó, diciendo: Si consideráis que soy fiel al Señor, entrad a posar en mi casa. Y nos constriñó.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

15 Tras haberse bautizado ella y los de su familia, nos rogó diciendo: 'Si me habéis juzgado fiel al Señor, entrad y quedaos en mi casa'. Y tanto nos insistió que no pudimos negarnos.

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Hechos 16:15
32 Tagairtí Cros  

Pero Lot insistió tanto, que ellos le aceptaron la invitación y se fueron con él a la casa. Allí él les sirvió una buena cena con pan sin levadura, recién horneado.


Por favor, acepta mis obsequios. Dios ha sido muy misericordioso conmigo y me ha dado muchas riquezas. Tanto insistió Jacob, que al fin Esaú aceptó los regalos.


Un día que Eliseo fue a Sunén, una mujer importante de la ciudad lo invitó a comer. Después, cada vez que él pasaba por allí, se detenía a cenar.


Quien reciba a un profeta por el hecho de que es profeta, recibirá la misma recompensa que reciben los profetas. Y quien reciba a un hombre justo sólo porque es justo, recompensa de justo recibirá.


A los que reconocían que eran pecadores, él los bautizaba en el río Jordán.


El señor le dijo: “Ve por los caminos y las veredas y obliga a la gente a entrar, para que se llene mi casa.


pero ellos le dijeron con insistencia: ―Quédate con nosotros. Es muy tarde, ya es casi de noche. Así lo hizo, y entró para quedarse con ellos.


El ángel le aseguró que yo le diría cómo él y su familia podrían alcanzar la salvación.


―Cree en el Señor Jesucristo y serán salvos tú y tu familia —le respondieron.


Y en aquella misma hora, el carcelero les lavó las heridas y se bautizó junto con los demás miembros de su familia.


Después prepararon un banquete y el carcelero rebosaba de gozo, al igual que sus familiares, porque ya todos creían en Dios.


Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor y se bautizó. Lo mismo hicieron todos los de su familia y muchos otros corintios.


Cuando los samaritanos creyeron el mensaje de Felipe, que afirmaba que Jesús era el Mesías y hablaba del reino de Dios, se bautizaron muchos hombres y mujeres.


Detuvieron entonces la carroza, bajaron ambos al agua y Felipe lo bautizó.


Gayo me pide que los salude en su nombre. Yo estoy alojado en su casa y aquí también se reúne la iglesia. Erasto, el tesorero de la ciudad, les envía saludos, al igual que el hermano Cuarto.


He sido un necio al andar con jactancias como estas; pero ustedes me han obligado, ya que ustedes son los que debían haber hablado bien de mí. En nada soy inferior a los superapóstoles, aunque a fin de cuentas yo no soy nada.


El amor de Cristo nos domina, porque estamos convencidos de que Cristo murió por todos, y por eso todos han muerto.


Por lo tanto, hagamos el bien a todos cada vez que se presente la oportunidad, y especialmente a los que, por la fe, son de la familia.


Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo porque Dios así lo quiso, escribo al pueblo santo que está en Éfeso y que es fiel en Cristo Jesús.


Está bien que yo piense así de todos ustedes, porque los llevo en el corazón. Ya sea que yo esté preso o defendiendo y confirmando el evangelio, todos ustedes participan conmigo del amor que Dios me ha dado.


Si de veras me consideras tu amigo, recíbelo con el mismo afecto con que me recibirías a mí.


No se olviden de practicar la hospitalidad, porque de esa manera, algunos, sin darse cuenta, hospedaron ángeles.


Silvano, a quien considero un hermano fiel, me ha ayudado a escribir esta breve carta. Les escribo para aconsejarlos y para que estén seguros de que este es el verdadero amor de Dios. Manténganse firmes en ese amor.


Si alguien los viene a visitar y no cree en las enseñanzas de Cristo, no lo inviten a su casa ni le den la bienvenida.


Amado hermano, haces muy bien al ayudar a los hermanos y en especial a los que llegan de otras tierras.


Por eso, nosotros debemos ayudarlos, porque al hacerlo colaboramos con ellos en la verdad.


Pero él se negó. Los hombres que estaban con él unieron sus súplicas a las de la mujer, hasta que él finalmente cedió y se levantó y se sentó en un diván.


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