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Hechos 13:3 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

3 Después de ayunar y orar, pusieron las manos sobre ellos y los despidieron.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Así que, después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Ayunaron e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los dejaron marchar.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Entonces ayunaron y oraron, les impusieron las manos y los enviaron.

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Hechos 13:3
18 Tagairtí Cros  

Moisés puso las manos sobre Josué, y lo consagró para el cargo que el Señor le había dado.


pero entonces quedó viuda y ahora ya tenía ochenta y cuatro años de edad. Nunca salía del templo; se pasaba noche y día adorando a Dios con ayunos y oraciones.


Luego oraron: «Señor, tú que conoces los corazones, muéstranos a cuál de estos hombres has escogido


Un día en que estos hombres estaban adorando al Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo: ―Apártenme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los he llamado.


Dirigidos por el Espíritu Santo, Saulo y Bernabé fueron a Seleucia y de allí navegaron a Chipre.


Además, nombraron ancianos en cada iglesia, a los cuales, después de orar y ayunar con ellos, encomendaron al cuidado del Señor en quien habían creído.


Finalmente, regresaron por barco a Antioquía, donde los habían encomendado a la gracia de Dios para que realizaran el trabajo que acababan de completar.


mientras que Pablo escogió a Silas. Luego, los hermanos los encomendaron a la gracia del Señor, y Pablo partió hacia Siria y Cilicia para alentar a las iglesias.


Presentaron entonces a estos siete ante los apóstoles, quienes oraron poniendo las manos sobre ellos.


Ananías obedeció. Al llegar a donde estaba Saulo, le puso las manos encima y le dijo: ―Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.


¿Y quién puede ir a hablarles si no lo envía nadie? De esto hablan las Escrituras cuando se expresan así: «¡Qué hermosos son los pies de los que proclaman las buenas noticias!».


No dejes de ejercitar el don que recibiste por medio de una profecía, cuando los ancianos de la iglesia impusieron las manos sobre ti.


No impongas con ligereza las manos a nadie, porque corres el peligro de hacerte cómplice de pecados ajenos. Consérvate limpio de pecado.


Por eso te aconsejo que avives la llama del don que Dios te dio cuando puse las manos sobre ti.


Lo que me has oído decir en presencia de muchos, enséñalo a creyentes de confianza que, a su vez, lo puedan enseñar a otros.


Ellos han hablado delante de la iglesia de tu amor. Me agradaría que los ayudes a seguir su viaje, como Dios manda.


Por eso, nosotros debemos ayudarlos, porque al hacerlo colaboramos con ellos en la verdad.


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