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Génesis 43:23 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

23 ―No se preocupen por ello —les dijo el mayordomo—; su Dios, el Dios de su padre, debe de haberlo puesto allí, porque nosotros recibimos el dinero completo. Entonces soltó a Simeón y lo llevó a donde ellos estaban,

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Biblia Reina Valera 1960

23 Él les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

23 —Tranquilos, no tengan miedo —les dijo el administrador—. El Dios de ustedes, el Dios de su padre, debe de haber puesto ese tesoro en sus costales. Me consta que recibí el pago que hicieron. Después soltó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

23 El mayordomo les dijo: 'Quédense tranquilos y no tengan miedo. El Dios de ustedes y el Dios de su padre les ha puesto ese tesoro en sus bolsas, pues yo recibí toda su plata. Y en seguida les devolvió a Simeón.

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La Biblia Textual 3a Edicion

23 Y él respondió: Paz a vosotros, no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio un tesoro escondido en vuestros costales, vuestra plata llegó a mí. Y les sacó a Simeón.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

23 'Estad tranquilos -dijo aquél-; no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre es quien puso ese tesoro en vuestros sacos. Yo recibí ya vuestro dinero'. Y les sacó a Simeón.

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Génesis 43:23
17 Tagairtí Cros  

José entonces salió de la sala y buscó un lugar para llorar. Cuando volvió, escogió a Simeón y lo hizo atar delante de ellos.


―¡Miren! —le dijo a sus hermanos—, ¡el dinero que yo pagué está en mi costal! Quedaron todos llenos de terror. Temblando se decían unos a otros: ―¿Qué es lo que Dios nos ha hecho?


Entonces Jacob exclamó: ―¡Ustedes me han privado de mis hijos! Perdí a José, luego a Simeón, y ahora quieren llevarse a Benjamín. Todo se ha confabulado en mi contra.


¡Quiera el Dios Todopoderoso que aquel hombre les tenga misericordia, para que le dé la libertad a Simeón y deje volver a Benjamín! Y si debo sufrir el dolor de la muerte de ellos, que así sea.


Entonces el Espíritu vino sobre Amasay, dirigente de los treinta, y por eso este respondió: «¡Somos tuyos, David! ¡Estamos a tu lado, hijo de Isaí! ¡Paz, paz para ti, paz para todos los que te apoyan; porque tu Dios está contigo!». Por consiguiente, David los recibió y permitió que se unieran a él, y los nombró jefes de su ejército.


También algunos guerreros de la tribu de Manasés desertaron y se unieron a David, justamente cuando él, con los filisteos, se dirigía a pelear contra el rey Saúl. Entretanto, los príncipes filisteos se opusieron a que David y sus hombres fueran con ellos. Después de mucha deliberación los enviaron de regreso, por cuanto tenían desconfianza de que David y sus hombres desertaran y fueran a unirse a las filas del rey Saúl. Los siguientes son los guerreros de la tribu de Manasés que desertaron y se unieron a David cuando este se dirigía a Siclag: Adnás, Jozabad, Jediael, Micael, Jozabad, Eliú y Ziletay. Cada uno de ellos era oficial de alto rango de las tropas de Manasés, pues estaban a cargo de mil soldados. Eran guerreros bravos y capacitados, y ayudaban a David a combatir a sus enemigos. Más y más hombres se unían diariamente a David, hasta que llegó a tener un ejército muy poderoso, como un ejército de Dios.


El rey envió esta respuesta a Rejún, el gobernador, a Simsay, el secretario, y a sus compañeros que vivían en Samaria y en el resto del área occidental del río Éufrates.


»Cuando lleguen a una casa, primero saluden y digan: “Paz a esta casa”.


Ellos todavía estaban hablando cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: ―Paz a ustedes.


»Les dejo la paz, les doy mi paz; pero no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni tengan miedo.


El primer día de la semana por la tarde, mientras los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús. Se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: ―¡La paz sea con ustedes!


Jesús volvió a decir: ―¡La paz sea con ustedes! Como mi Padre me envió, así yo los envío a ustedes.


Ocho días después, estaban los discípulos reunidos otra vez en la casa, y Tomás estaba con ellos. Las puertas estaban cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: ―¡La paz sea con ustedes!


―No se preocupen —dijo el anciano—, vengan a mi casa. No deben pasar la noche en la plaza. Es muy peligroso.


―Es cierto —respondió el Señor—. Pero no tengas miedo. No morirás.


«Que Dios te dé prosperidad a ti y a tu familia y te multiplique en todo.


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