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Ezequiel 1:4 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

4 Yo vi en una visión una gran tormenta acercándose hacia mí desde el norte, y delante de ella una enorme nube que resplandecía con fuego, desde adentro de la cual continuamente salían llamaradas, y en el fuego mismo había algo que brillaba como el bronce pulido.

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Biblia Reina Valera 1960

4 Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Mientras miraba, vi una gran tormenta que venía del norte empujando una nube enorme que resplandecía con relámpagos y brillaba con una luz radiante. Dentro de la nube había fuego, y en medio del fuego resplandecía algo que parecía como de ámbar reluciente.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Yo miré: un viento huracanado venía del norte. Vi una gran nube: En medio de ella un fuego ardiente irradiaba luz, y el centro era como de metal incandescente.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 y miré, y he aquí un torbellino venía del norte: una gran nube con un fuego que se recogía dentro de sí mismo y un resplandor en torno a ella. En su centro, en medio del fuego, había una refulgencia como de metal incandescente.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Miré: y he aquí que un viento huracanado venía del norte, una nube grande, con fuego que relampagueaba continuamente y claridad alrededor, y dentro de él como el centelleo del bronce en medio del fuego.

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Ezequiel 1:4
35 Tagairtí Cros  

―Sal y ponte delante de mí, en la montaña, pues voy a pasar por aquí —le dijo el Señor. En ese momento, sopló un fuerte viento que azotó las montañas. Era tan terrible que hacía añicos las rocas y partía las montañas, pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto.


Mientras caminaban juntos y conversaban, repentinamente un carro de fuego, tirado por caballos de fuego, apareció y se puso entre ellos, y Elías fue llevado al cielo en un torbellino.


los trompetistas y los cantores comenzaron a alabar y a dar gracias al Señor, acompañados de trompetas, címbalos y demás instrumentos musicales. Y cuando entonaron a una voz el coro: «Den gracias al Señor, porque él es bueno, y su amor y su bondad son para siempre», una nube cubrió el templo del Señor. Debido a esta nube, los sacerdotes no pudieron continuar la ceremonia.


Entonces el Señor respondió a Job desde el torbellino:


Nuestro Dios, con rugir de trueno se acerca; todo lo destruye con fuego a su paso, y en torno suyo ruge la tormenta.


La escena fue tan horrible que no se puede describir. Jamás en la historia de Egipto había habido una tormenta similar.


Este es el mensaje de Dios respecto a Egipto: ¡Miren! ¡Cabalgando en veloz nube el Señor viene contra Egipto! ¡Los ídolos de Egipto tiemblan, los corazones de los egipcios se derriten de miedo!


Este es el mensaje de Dios respecto a Babilonia: Desde el desierto viene contra ustedes un desastre rugiente, como son los torbellinos arrasadores del sur.


Miren, el Señor envía un gran torbellino que arrastrará a esos locos.


¡Miren, dice el Señor de los ejércitos, mi castigo irá de nación en nación; un gran torbellino destructor alcanzará los límites más alejados de la tierra!


Envíen de Jerusalén este aviso: «¡Escapen ya, no se tarden!». Porque yo, el Señor, traigo desde el norte un terrible ejército contra ustedes.


¡Corre, pueblo de Benjamín, sálvese quien pueda! ¡Huyan de Jerusalén! ¡Toquen alarma en el pueblo de Tecoa, envíen señales desde Bet Haqueren, adviertan a todos que desde el norte viene un poderoso ejército para destruir esta nación!


Desde su cintura hacia arriba parecía como bronce reluciente, deslumbrante como el rayo, y desde su cintura hacia abajo como si todo fuera una llamarada.


»Diles a estos constructores perversos que su pared se caerá: ¡un aguacero la minará, grandes piedras de granizo y poderosos vientos la derribarán!


Sí, seguro que caerá. El Señor dice: “¡Yo la derribaré con una tormenta de indignación y un gran aguacero de enojo y con piedras de granizo de cólera!


Era tal como la había visto en las otras visiones, primero al lado del río Quebar, y luego más tarde en Jerusalén cuando vino para destruir la ciudad. Caí, rostro en tierra.


Vi lo que parecía ser un hombre, aunque desde su cintura hacía abajo era de fuego, y de su cintura hacía arriba era resplandeciente como un relámpago.


El carro tirado por caballos negros irá al norte, el tirado por los caballos blancos irá al oeste, mientras el de los pintos irá al sur».


Porque nuestro Dios es fuego consumidor.


Sus pies parecían como bronce al rojo vivo en un horno, y su voz retumbaba tan fuerte como una catarata.


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