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Ester 7:4 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

4 Porque mi pueblo y yo hemos sido vendidos a quienes quieren destruirnos. ¡Estamos condenados a la destrucción total! Si sólo hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, yo no me quejaría delante de Su Majestad, pues eso no sería motivo para inquietarlo.

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Biblia Reina Valera 1960

4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser destruidos, para ser muertos y exterminados. Si para siervos y siervas fuéramos vendidos, me callaría; pero nuestra muerte sería para el rey un daño irreparable.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Pues mi pueblo y yo hemos sido vendidos para ser muertos, masacrados y aniquilados. Si solo nos hubieran vendido como esclavos, yo me quedaría callada, porque sería un asunto por el cual no merecería molestar al rey.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser masacrados, asesinados y exterminados. Si sólo hubiéramos sido vendidos como esclavos, no diría nada, pero ¿de qué manera podrá el enemigo compensar el daño que ha hecho al rey?»

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 ¡Porque yo y mi pueblo hemos sido vendidos para ser destruidos, matados y exterminados! Si como esclavos o esclavas hubiéramos sido vendidos, yo habría callado, porque aun tal calamidad no sería digna de la molestia del rey.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para ser exterminados, muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos como esclavos y esclavas, me habría callado, pues esta calamidad no redundaría tanto en perjuicio del rey'.

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Ester 7:4
18 Tagairtí Cros  

«Somos sus hermanos, y nuestros hijos son iguales a los de ustedes. Sin embargo, hemos tenido que vender a nuestros hijos como esclavos a fin de obtener el dinero que necesitamos para vivir. Ya hemos vendido algunas de nuestras hijas, y no podemos pagar por su libertad, porque nuestros campos también han sido hipotecados a estos hombres».


Fueron, pues, enviadas por medio de mensajeros a todas las provincias del imperio, decretando que todos los judíos, jóvenes y viejos, mujeres y niños, debían morir el día trece del mes doce, que es el mes de Adar, y que se les quitaran todas sus propiedades.


Si le agrada, dicte un decreto para que sean destruidos, y yo pagaré trescientos treinta mil kilos de plata, para que sean incorporados a la tesorería real, a fin de sufragar los gastos que esto demande.


―¿De qué estás hablando? —le preguntó el rey Asuero—. ¿Quién se atrevería a hacerte daño?


Ester replicó: ―¡Nuestro enemigo y adversario es este malvado Amán! Entonces Amán se perturbó delante del rey y de la reina.


Este edicto daba a los judíos, que vivían en todas las provincias del reino de Asuero, permiso para defender sus vidas y sus familias, y para destruir a todas las fuerzas que se les opusieran, y apoderarse de las propiedades de sus enemigos.


¿Cómo podría yo quedarme tranquila viendo que la desgracia cae sobre mi pueblo? ¿Cómo podría quedarme quieta viendo la destrucción de mi gente?


El rey escogió a Daniel y a otros dos como sus superintendentes, para vigilar a los gobernadores y así cuidar lo que era del rey.


Han vendido al pueblo de Judá y Jerusalén a los griegos, quienes se los llevaron cautivos lejos de su propia tierra.


El Señor dice: «Los habitantes de Israel han acumulado maldad sobre maldad, así que no los dejaré sin castigo. Ellos han pisoteado la justicia al aceptar sobornos, pues vendieron a la esclavitud al justo y al pobre lo declararon culpable a cambio de un par de zapatos.


Pero si el sirviente piensa: “Mi señor va a tardar en volver”, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y a beber y a emborracharse, se verá en serios problemas.


Entonces el Señor te enviará de regreso a Egipto en barcos, viaje que yo prometí que jamás volverías a hacer. Allí te pondrás en venta delante de tus enemigos para ser esclavo de ellos, pero nadie querrá comprarte».


Ahora caerá una maldición sobre ustedes. Desde este momento deben proporcionarnos esclavos que corten la leña y acarreen el agua para el servicio de nuestro Dios.


Quédate conmigo y yo te protegeré con mi propia vida. Para dañarte tendrán que pasar primero sobre mi cadáver.


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