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Eclesiastés 4:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

1 Luego observé opresión y tristeza por toda la tierra: lloraban los oprimidos y nadie les ayudaba, mientras sus opresores contaban con poderosos aliados.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Además, observé toda la opresión que sucede bajo el sol. Vi las lágrimas de los oprimidos, y no había nadie para consolarlos. Los opresores tienen mucho poder y sus víctimas son indefensas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Pensé además en todos los abusos que se cometen bajo el sol. Vi las lágrimas de los oprimidos, y no hay nadie que los consuele; sufren la violencia de sus opresores, y no hay nadie que venga en su ayuda.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Me volví y vi todas las opresiones que se cometen debajo del sol, y he aquí las lágrimas de los oprimidos sin nadie que los consolara, y del lado de sus opresores la fuerza bruta, sin nadie que los consolara.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 He visto además todos los abusos que se cometen bajo el sol: el llanto de los oprimidos sin que nadie los consuele, la violencia de los opresores sin que nadie reclame venganza.

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Eclesiastés 4:1
51 Tagairtí Cros  

Pero quizá yo podría hablar del mismo modo que ustedes si estuvieran ustedes en mi lugar. Lanzaría mis críticas contra ustedes y menearía la cabeza al mirarlos.


»Los oprimidos pueden gritar bajo sus males y gemir bajo el poder de los ricos; pero ninguno clama a Dios preguntando: “¿Dónde está Dios mi hacedor; que da cánticos en la noche,


No me presumas culpable, pues soy un hombre recto. No seas tan injusto.


La tierra está en manos de los malvados; Dios venda los ojos de los jueces y los deja proceder injustamente. Si no es él, ¿quién es entonces?


El Señor responda: «Yo me levantaré y defenderé a los oprimidos, a los pobres, a los necesitados. Los rescataré como ellos anhelan».


Mira a mi derecha y ve: nadie me tiende la mano. Nadie me ayuda; a nadie le interesa lo que me pase.


Entonces, oro a ti, Señor, y te digo: «Tú eres mi refugio, tú eres lo único que yo quiero en la vida».


Día y noche mi pan son mis lágrimas, y mientras tanto mis enemigos se mofan de mí. «¿Dónde está ese Dios tuyo?» dicen burlones.


«¡Oh Dios, Roca mía!», clamo, «¿por qué me has abandonado? ¿Por qué tengo que sufrir estos ataques de mis enemigos?».


Sus insultos me han quebrantado el corazón; y estoy desesperado. ¡Si por lo menos uno mostrara piedad! ¡Si uno por lo menos me consolara!


Me dieron a comer veneno; para mi sed me brindaron vinagre.


Por comida, nos has dado tristeza; por bebida, nos has dado lágrimas en abundancia,


Entonces el faraón ordenó a su pueblo que echaran al río Nilo a todo niño hebreo que naciera, pero que a las niñas las dejaran con vida.


Si los parientes del pobre lo aborrecen, con más razón sus amigos se alejan de él. Los llama con súplicas pero ellos ya se fueron.


El gobernante que oprime a los pobres, es como tormenta que acaba con la cosecha.


Cuando los justos tienen el poder, el pueblo se alegra; pero cuando los malvados tienen el poder, el pueblo sufre.


Además, observo que en toda la tierra la justicia está cediendo ante el crimen y que hasta los tribunales de justicia están corrompidos.


Si en cualquier parte del país ves que un rico oprime al pobre haciendo abortar la justicia, no te sorprendas. Pues cada subalterno recibe órdenes de más arriba, y los más altos oficiales tienen la mirada puesta en sus jefes. Así es que la cuestión se hace una maraña de papeleo y burocracia. Y por sobre todos está el rey.


El soborno entorpece al sabio; le destruye el entendimiento.


He meditado profundamente en todo lo que ocurre en este mundo, en que los individuos tienen el poder de perjudicarse los unos a los otros. He visto los funerales de los malvados, y cuando sus amigos regresaban del cementerio, olvidadas todas las maldades del difunto, se le alababa en la misma ciudad en donde había cometido sus múltiples fechorías. ¡Qué absurdo!


Les he presentado la historia del pueblo de Dios. Mi pueblo es la viña de la que les he hablado. Israel y Judá son su agradable parcela. Dios esperaba que le produjeran cosecha de justicia, pero halló que sólo cometieron hechos sangrientos. Esperaba que actuaran con rectitud, pero a sus oídos llegaron sólo gritos de opresión.


Sí, en cambio, castigaré con la misma severidad a quienes los atormentaron a ustedes y los pisotearon, y pasaron marchando sobre sus espaldas.


Sus pies corren hacia el mal y se apresuran a cometer homicidio; sólo piensan en pecar y a dondequiera que van dejan un rastro de dolor y de muerte.


Nadie confortará con alimento a los dolientes ni les enviarán una copa de vino como señal de dolor y solidaridad por la muerte de padres y madres.


No tengo a nadie que me consuele, los que me pueden animar están lejos de aquí. Mis hijos están abandonados porque el enemigo nos conquistó.


Jerusalén implora por ayuda, pero nadie la consuela. ¡Es que el Señor ha decidido enviar a los vecinos de Israel como sus enemigos! ¡Deja que la traten como si no mereciera ningún respeto!


Llora toda la noche; las lágrimas corren por sus mejillas. Entre todos sus amantes no hay quien la consuele. Todos sus amigos la han traicionado y son ahora sus enemigos.


Se entregó a la inmoralidad y no pensó en el castigo que le podría venir. Ahora está humillada hasta lo más bajo y no hay nadie que la ayude, y clama: «¡Oh Señor, mira mi aflicción; el enemigo ha triunfado sobre mí!».


Mi pueblo se ha olvidado de lo que significa hacer el bien. Sus hermosos palacios están llenos de bienes obtenidos por el robo y los actos de violencia». Lo ha dicho el Señor.


Vayan a los palacios de Asdod y a los palacios de Egipto, y díganles a sus reyes: «Reúnanse alrededor de Samaria, y vean todas las injusticias y crímenes que allí se cometen.


Además ustedes bañan el altar con sus lágrimas porque el Señor no hace caso ya de sus ofrendas, y ustedes no reciben más su bendición.


Entonces verán ustedes la diferencia entre el tratamiento que Dios proporciona a los buenos y a los malos, entre los que le respetan y viven de acuerdo a sus instrucciones y los que no lo hacen.


«Dentro de poco tiempo vendré y los juzgaré. Testificaré prontamente contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los mentirosos, contra los que roban a sus jornaleros, contra los que oprimen a las viudas y a los huérfanos, y contra los que son injustos con los extranjeros, sin tener temor de mí. Lo digo yo, el Señor Todopoderoso.


Pero esto sucede para que se cumplan las predicciones de los profetas en las Escrituras. Los discípulos huyeron y lo dejaron solo.


Una nación extranjera de la cual ni siquiera has oído se comerá las cosechas que con tanto trabajo cultivaste. Estarás siempre oprimido y explotado.


El Señor enviará a tus enemigos en tu contra, y tendrás hambre y sed; y estarás desnudo y tendrás necesidad de todas las cosas. Sobre tu cuello será colocado un yugo de hierro, hasta que seas destruido.


Ustedes no pagaron el salario a los obreros que les trabajaron sus campos, y ese hecho grita contra ustedes. El grito de protesta de esos trabajadores lo ha escuchado el Señor Todopoderoso.


y tenía novecientos carros de hierro. Durante veinte años hizo que la vida fuera insoportable para los israelitas. Finalmente, Israel rogó a Dios que le diera ayuda.


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