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Cantares 7:9 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

9 y tus besos tan embriagantes como el mejor vino, que resbala suavemente por labios y dientes.

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Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

9 Y tu paladar como el buen vino, Que se entra a mi amado suavemente, Y hace hablar los labios de los viejos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Que tus besos sean tan apasionantes como el mejor de los vinos... Sí, vino que le desciende suavemente a mi amante, que fluye delicadamente sobre los labios y los dientes.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Me dije: subiré a la palmera, míos son esos racimos de dátiles. ¡Sean tus pechos como racimos de uvas y tu aliento como perfume de manzanas!

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Y el cielo de tu boca como el vino generoso, Que de mi amado fluye suavemente, Y hace mover apaciblemente los labios de los que duermen.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Yo me dije: 'Subiré a la palmera, cogeré sus racimos'.

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Cantares 7:9
18 Tagairtí Cros  

Las palabras amables son como la miel, endulzan el alma y dan salud al cuerpo.


No dejes que las burbujas y el agradable sabor del vino te engañen.


Mi paloma se oculta tras unas rocas, tras un saliente del risco. Llámame, y déjame escuchar tu bella voz y ver tu hermoso rostro.


Su boca es dulcísima, él es todo un amor. Así, oh mujeres de Jerusalén, es mi amado, ¡así es mi amor!


Cierta noche, mientras dormía, se me despertó en sueños el corazón. Oí la voz de mi amado; ¡llamaba a la puerta de mi recámara! «Ábreme, amada mía; amor mío, mi linda paloma», decía, «pues mi cabeza está empapada de rocío; la humedad de la noche corre por mi cabello».


Tenemos que vivir así, sabiendo que el tiempo vuela. ¡Despertemos! Nuestra salvación está más cerca ahora que cuando creímos por primera vez.


Nunca empleen un lenguaje sucio; más bien digan palabras que les hagan bien a los que las oyen y los ayuden a madurar.


Hablen siempre con buen gusto y de forma amena. Así podrán contestar siempre las preguntas que les hagan.


Ya que es así, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza por medio de Jesucristo; es decir, confesemos su nombre con nuestros labios.


Oí entonces una voz que me decía desde el cielo: «Escribe esto: ¡Dichosos los que de ahora en adelante mueren unidos al Señor —dice el Espíritu—, porque cesarán para ellos las penas y las tareas, y Dios los premiará por sus acciones».


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