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2 Crónicas 9:4 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

4 y de lo maravilloso de la comida en sus mesas, y de la cantidad de ayudantes y sirvientes que tenía, y de sus uniformes espectaculares y de los oficiales vestidos con sus mejores galas, y vio el porte de los hombres de la guardia de turno, se quedó asombrada.

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Biblia Reina Valera 1960

4 y las viandas de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, el estado de sus criados y los vestidos de ellos, sus maestresalas y sus vestidos, y la escalinata por donde subía a la casa de Jehová, se quedó asombrada.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 quedó atónita. También estaba asombrada por la comida que se servía en las mesas del rey, por la forma en que estaban organizados sus funcionarios y la ropa espléndida que usaban, por los coperos y sus mantos, y por las ofrendas quemadas que ofrecía Salomón en el templo del Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos, con sus trajes, y los sacrificios que ofrecía en la Casa de Yavé, se quedó sin aliento,

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 y los manjares de su mesa, y los asientos° de sus siervos, la disposición° de sus ministros y sus vestiduras, sus mayordomos y sus vestiduras, y la escalinata que subía a la Casa de YHVH, se quedó sin aliento,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus cortesanos, el porte y las vestiduras de sus ministros, los coperos con sus trajes y la cámara alta desde la que subía al templo de Yahveh, se quedó sin aliento

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2 Crónicas 9:4
22 Tagairtí Cros  

Y cuando vio los deliciosos manjares sobre su mesa, el gran número de servidores y criados que estaban vestidos con uniformes espléndidos, los coperos, y los muchos sacrificios que ofrecía al Señor, quedó completamente maravillada.


Salomón aprovechó la ocasión y le envió este mensaje a Hiram: «Tú sabes que mi padre no pudo construir un templo en el que se pudiera adorar al Señor su Dios, debido a las numerosas guerras que tuvo que librar. Siempre estuvo esperando el momento en que el Señor le permitiera vencer a todos sus enemigos.


Y, atendiendo a una petición del rey de Asiria, quitó la tarima que se había construido dentro del templo del Señor para la celebración del sábado, así como el pasadizo que era de uso exclusivo del rey.


Allí estaba el rey junto a la columna de la entrada, y los oficiales del ejército, los trompetistas, y el pueblo en pleno lo rodeaban. Regocijados, hacían sonar las trompetas, mientras el coro, acompañado por la orquesta, dirigía al pueblo en un gran salmo de alabanza. Atalía rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!».


Al darse cuenta de la sabiduría del rey Salomón, de la belleza del palacio que edificó


Y exclamó delante del rey: «¡Todo cuanto oí decir de ti en mi país es verdad!


Señor, escucha mi oración. Escucha la oración de quienes se deleitan en darte gloria y honra. Te ruego que me permitas tener éxito cuando me presente ante el rey con mi petición. Haz que el rey me atienda y me trate bien». Yo era entonces copero del rey.


Esperando tu salvación se me va la vida; pero he puesto mi esperanza en tu palabra.


Ven pronto, Señor, y respóndeme, porque cada vez me deprimo más; ¡no te apartes de mí, o me muero!


Vengan a mi banquete y beban los vinos que he mezclado.


Les ruego, mujeres de Jerusalén, que si encuentran a mi amado, le digan que me muero de amor.


Sólo el príncipe —por ser él el príncipe— se sentará allí para comer delante del Señor. Pero entrará y saldrá solamente por la sala de entrada.


El príncipe entrará por el pasillo de entrada de la puerta exterior y avanzará hasta el muro interior del otro lado mientras el sacerdote presenta sus ofrendas quemadas y ofrendas de paz. Rendirá homenaje dentro de ese pasillo de entrada y luego volverá a la puerta, que no será cerrada hasta la tarde.


¿Cómo puede ser posible que yo, que soy tu servidor más humilde, tenga el privilegio de hablarte? Las fuerzas se me han ido y casi no puedo respirar”.


y ni aun Salomón con todo su esplendor se vistió jamás con tanta belleza.


Dichosos los sirvientes a los que su señor encuentre atentos a su llegada. Les aseguro que se ajustará la ropa, hará que los sirvientes se sienten a la mesa y él mismo se pondrá a servirles.


Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero puso la mano derecha sobre mí y me dijo: «¡No temas! Soy el primero y el último,


Yo estoy siempre a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo.


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