1 Reyes 20:33 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008
33 Los hombres inmediatamente se aferraron a este rayo de esperanza, y se apresuraron a responder: ―¡Sí, Ben Adad es tu hermano! ―Vayan y tráiganlo —les dijo el rey de Israel. Y cuando Ben Adad llegó, Acab lo invitó a subir a uno de sus carros.
33 Esto tomaron aquellos hombres por buen augurio, y se apresuraron a tomar la palabra de su boca, y dijeron: Tu hermano Ben-adad vive. Y él dijo: Id y traedle. Ben-adad entonces se presentó a Acab, y él le hizo subir en un carro.
33 Los hombres tomaron la respuesta como una buena señal y, aprovechando esas palabras, enseguida le respondieron: —¡Sí, su hermano Ben-adad! —¡Vayan a traerlo! —les dijo el rey de Israel. Cuando Ben-adad llegó, Acab lo invitó a subir a su carro de guerra.
33 Los otros, que no esperaban tanto, dijeron inmediatamente: '¡Sí, Ben-Hadad es tu hermano!' El rey respondió: '¡Vayan a buscarlo!'
Ben-Hadad fue pues a donde estaba Ajab y éste lo hizo subir a su carro.
33 Y los hombres tomaron esto como buen augurio y se apresuraron a confirmarlo, exclamando: ¡Ben-hadad es tu hermano! Él dijo: Id y traedle; y Benhadad se presentó ante él, quien lo hizo subir a su carro.
33 Aquellos hombres consideraron que era buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo: '¡Ben Hadad es tu hermano!'. Él les dijo: 'Id y traédmelo'. Salió, pues Ben Hadad hacia él, y él le hizo subir a su carro.
Entonces Asá tomó todo el oro y la plata que había en la tesorería del templo del Señor y en los tesoros de la casa del rey, y se lo dio a sus siervos para que lo llevaran a Damasco, al rey Ben Adad. Este era hijo de Tabrimón y nieto de Hezión. Junto con este presente, Asá le envió el siguiente mensaje a Ben Adad:
Entonces fueron ante el rey de Israel y le suplicaron: ―Tu siervo Ben Adad te manda a decir que por favor le perdones la vida. ―¿Está vivo aún? —preguntó el rey de Israel—. ¡Él es mi hermano!
Ben Adad le dijo: ―Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, para que puedas establecer puestos de comercio en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. Acab le contestó: ―Siendo así, te dejaré en libertad. De este modo Acab hizo un pacto con Ben Adad, y lo dejó ir.
Al salir de allí, se encontró con Jonadab hijo de Recab, que venía a encontrarse con él. Después de saludarlo, Jehú le dijo: ―¿Eres leal a mí como yo lo soy a ti? ―Sí —respondió Jonadab. ―Dame tu mano entonces —le dijo Jehú, y lo ayudó a subir al carro real.
»El patrón felicitó al administrador porque hizo las cosas con astucia. Es que la gente de este mundo es más astuta en su trato con los que también son de este mundo, que los que han recibido la luz.