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Oseas 6:4 - Biblia Lenguaje Básico

4 Pero Dios respondió: Habitantes de Israel y de Judá: ¿qué voy a hacer con vosotros?, ¿cómo debo trataros? Decís que me amáis, pero vuestro amor es como la niebla y como el rocío de la mañana: ¡muy pronto desaparece!

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Biblia Reina Valera 1960

4 ¿Qué haré a ti, Efraín? ¿Qué haré a ti, oh Judá? La piedad vuestra es como nube de la mañana, y como el rocío de la madrugada, que se desvanece.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 «Oh Israel y Judá, ¿qué debo hacer con ustedes? —pregunta el Señor—. Pues su amor se desvanece como la niebla de la mañana y desaparece como el rocío a la luz del sol.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 ¿Qué he de hacer contigo, Efraím? ¿Cómo he de tratarte, Judá? El cariño que me tienen es como una nube matinal, como el rocío que sólo dura algunas horas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 ¿Qué haré contigo, Efraín? ¿Qué haré contigo, Judá? Vuestra fidelidad es como nube mañanera; Como el rocío temprano, que desaparece.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 ¿Qué debo hacer por ti, Efraín? ¿Qué debo hacer por ti, Judá? Vuestro amor es como nube matinal, como rocío que temprano se disipa.

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Oseas 6:4
19 Tagairtí Cros  

Para colmo de males, Judá quiso engañarme diciendo que se había arrepentido. Pero no era verdad. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Pueblo de Israel, yo quise tratarte como a un hijo. Pensé en regalarte la mejor tierra, ¡el país más hermoso del mundo! Creí que me llamarías «Padre», y que siempre estarías a mi lado.


En cuanto a vosotros, al principio os convertisteis e hicisteis lo correcto poniendo en libertad a vuestros esclavos. Además, hicisteis un pacto conmigo en mi Templo.


Pero este pueblo es muy rebelde; me abandona y se va por mal camino.


¿Qué te hace pensar, Jerusalén, que voy a perdonarte? ¡Tus hijos me han abandonado y han jurado por dioses falsos! Yo les di todo lo que necesitaban, pero ellos me fueron infieles; ¡no hubo uno solo de ellos que no corriera tras dioses falsos!


Este pueblo merece mi castigo y no tengo más remedio que vengarme de ellos. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Solo saben decir mentiras; ¡su lengua hiere más que una flecha! Parecen desear felicidad a su prójimo, pero lo que en verdad quieren es tenderle una trampa.


Israelitas, yo no puedo abandonaros. No sería capaz de hacerlo. No podría destruiros, como destruí a la gente malvada de Adamá y Seboín. ¡Mi gran amor por vosotros no me lo permite!


Por eso, pronto dejarán de existir. Se esfumarán como la niebla, como el rocío de la mañana que se disipa al instante. El viento los arrastrará como a hojas secas, como al humo que sale de la chimenea.


Dios continuó diciendo: Yo quiero salvar a mi pueblo, pero, cada vez que lo intento, solo descubro pecados en Israel y crímenes en Samaría, su capital. Todos son mentirosos y ladrones; entran a robar en las casas y en plena calle cometen asaltos.


Pero como el mensaje no ha echado raíces en ellos y son inconstantes, en cuanto tienen problemas o son perseguidos por ser fieles a ese mensaje, enseguida se olvidan de él.


Como los israelitas volvieron a pecar contra Dios, él le dio a Eglón, rey de Moab, más poder que a ellos.


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