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Mateo 19:28 - Biblia Lenguaje Básico

28 Jesús les respondió: —Os aseguro que cuando todo sea hecho nuevo y yo, el Hijo del hombre, ocupe el trono de gloria, todos vosotros reinaréis conmigo. Y los que me habéis seguido, os sentaréis también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

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Biblia Reina Valera 1960

28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

28 Jesús contestó: —Les aseguro que cuando el mundo se renueve y el Hijo del Hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes que han sido mis seguidores también se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

28 Jesús contestó: 'A ustedes que me han seguido, yo les digo: cuando todo comience nuevamente y el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, ustedes también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

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La Biblia Textual 3a Edicion

28 Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración,° cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria,° vosotros, los que me habéis seguido, también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

28 Jesús les contestó: 'Os lo aseguro: cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, en la regeneración, vosotros los que me habéis seguido, también os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

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Mateo 19:28
35 Tagairtí Cros  

Tomó doce piedras, una por cada tribu de Israel, el nombre que Dios le puso a Jacob, antepasado de los israelitas.


y a ambos lados de cada escalón había también un león de pie. ¡Ningún otro rey tenía un trono tan hermoso!


En esa fiesta de dedicación presentaron como ofrenda cien toros, doscientos carneros y cuatrocientos corderos. También presentaron doce chivos como ofrenda para obtener el perdón de los pecados de las doce tribus de Israel.


Después de esto, los israelitas se fueron a Elín, y allí acamparon en un lugar donde había doce manantiales y setenta palmeras.


Moisés escribió allí todo lo que Dios le dijo. Al día siguiente, se levantó muy temprano y construyó un altar al pie del monte. Además, colocó doce piedras que representaban a las doce tribus de Israel.


Porque voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Todo lo del pasado será olvidado, y nadie lo recordará más.


Vuestra descendencia y vuestro nombre permanecerán para siempre, así como permanecerán en mi presencia el cielo nuevo y la tierra nueva que yo voy a crear.


Prepara doce panes de la mejor harina y llévalos al Lugar Santo. Ponlos sobre la mesa de oro puro, y colócalos ante mí en dos hileras, seis en cada hilera. Cada pan deberá pesar cuatro kilos y medio.


Porque yo, el Hijo del hombre, vendré pronto con el poder de Dios y con mis ángeles, para dar su premio a los que hicieron el bien y para castigar a los que hicieron el mal.


Pedro le contestó diciendo: —Recuerda que nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido. ¿Qué premio vamos a recibir?


Cuando yo, el Hijo del hombre, regrese, vendré como un rey poderoso, rodeado de mis ángeles, y me sentaré en mi trono.


Lo más importante es que reconozcáis a Dios como único rey, y que hagáis lo que él os pide. Todo lo demás, él os lo dará a su tiempo.


Jesús le contestó: —Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero yo, el Hijo del hombre, no tengo un lugar donde descansar.


Ellos le contestaron: —Cuando estés en tu gloria, déjanos sentarnos a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.


Por ahora Jesús tiene que quedarse en el cielo, hasta que Dios vuelva a hacer nuevas todas las cosas, según lo anunciaron hace mucho los santos profetas.


Si soportamos los sufrimientos, compartiremos su reinado. Si decimos que no lo conocemos, también él dirá que no nos conoce.


Entonces, cuando los sacerdotes que llevan el Arca toquen el agua con la planta de sus pies, el río Jordán dejará de correr y el agua se acumulará como formando una gran pared. Además, Dios ha ordenado que escojamos a doce hombres, uno de cada tribu de Israel.


Pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, donde todo será bueno y justo.


Y los veinticuatro ancianos que están sentados en sus tronos, delante de Dios, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente y adoraron a Dios,


Luego apareció en el cielo una señal grande y misteriosa: una mujer envuelta en el sol. Tenía la luna debajo de sus pies y llevaba en la cabeza una corona con doce estrellas.


Luego vi unos tronos y a los que estaban sentados sobre esos tronos se les dio poder para juzgar. Y vi también los que habían sido asesinados por mantenerse fieles a la enseñanza de Jesús y al mensaje de Dios. Ellos no habían adorado al monstruo ni a su estatua, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en las manos. Todos ellos volvieron a vivir y reinaron con el Mesías durante mil años.


Y dijo el que estaba sentado en el trono: —¡Yo hago todo nuevo! Y también dijo: —Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de ser creídas.


En medio de la plaza de la ciudad, a uno y otro lado del río, crecía un árbol, el árbol de la vida, que daba fruto una vez al mes, o sea doce cosechas al año, y sus hojas servían para sanar las enfermedades de todas las naciones.


Allí nunca será de noche y nunca nadie necesitará la luz de una lámpara ni la luz del sol, porque Dios el Señor los alumbrará, y ellos reinarán para siempre.


A los que salgan vencedores haré que reinen conmigo, igual que yo he vencido y ahora reino con mi Padre.


Rodeando el trono había también otros veinticuatro tronos en los que estaban sentados veinticuatro ancianos. Esos ancianos estaban vestidos con ropas blancas y tenían una corona de oro en la cabeza.


Luego oí el número de los marcados de las doce tribus de Israel, es decir, de Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí, Manasés, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. De cada una de las doce tribus fueron marcados doce mil, es decir, un total de ciento cuarenta y cuatro mil.


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