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Jeremías 9:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 Destruiré las ciudades de Judá y las dejaré deshabitadas. Dejaré la ciudad de Jerusalén hecha un montón de ruinas. ¡En ese lugar vivirán solo los perros salvajes!

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Biblia Reina Valera 1960

10 Por los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto por los pastizales del desierto; porque fueron desolados hasta no quedar quien pase, ni oírse bramido de ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias de la tierra huyeron, y se fueron.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Lloraré por las montañas y gemiré por los pastos del desierto; pues están desolados y no tienen vida. Ya no se escucha el mugido del ganado; todas las aves y los animales salvajes han huido.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, una guarida de chacales, y de las ciudades de Judá, un desierto donde nadie viva.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Por los montes alzaré mi lloro y mi lamento, Y una endecha por los pastos del desierto, Porque están quemados y no hay quien pase, Ni se oye el bramido de ganado; Desde las aves de los cielos hasta las bestias, Todo ha huido, todo se ha ido.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Haré de Jerusalén una escombrera, una guarida de chacales; de las ciudades de Judá haré un desierto sin habitantes.

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Jeremías 9:10
30 Tagairtí Cros  

Haré que destruyáis a vuestros enemigos. Los convertiréis en polvo, y haréis con ellos un montón de paja;


Tú, Jerusalén, estabas en ruinas, pero cuando se alejen de ti los que destruyeron tu tierra, tendrás tantos habitantes que el país te resultará pequeño.


Los burros salvajes parecen chacales: se paran en las lomas desiertas y desde allí olfatean el aire; pero se quedan sin fuerzas porque no tienen pastos.


Jamás preguntaron por mí, a pesar de que fui yo quien los liberó de Egipto, quien los llevó a través del desierto, por un terreno seco y peligroso, por un lugar tenebroso donde nadie vive y por el que nadie pasa.


Los habitantes de este país son gente malvada; no saben lo que es ser fieles, ¡no saben hacer lo bueno, solo cometen injusticias! Por eso la tierra está bajo maldición: los pastos se han secado, y la tierra es un desierto.


Del norte vendrá una nación que atacará y destruirá Babilonia. Personas y animales huirán y nadie volverá a vivir allí.


Jeremías, córtate la melena que llevas como persona dedicada a Dios, retírate a lugares desiertos y entona un canto de lamento. Porque Dios ha rechazado y abandonado a esta gente que tanto le ha irritado.


Estoy tan agobiado por el dolor que no me quedan ganas de vivir.


Ruedan por mis mejillas lágrimas que no puedo contener. Cerca de mí no hay nadie que me consuele y me reanime. Mis hijos no pueden creer que el enemigo nos haya vencido.


Estoy muy triste y desanimado porque ha sido destruida mi ciudad. ¡Ya no me quedan lágrimas y siento que se me rompe el corazón! Por las calles de Jerusalén veo morir a los recién nacidos.


El monte Sion ha quedado desierto; solo se ven animales salvajes.


También podría yo castigar a ese país enviando bestias salvajes, para que acabaran con sus habitantes. El país quedaría sin vida alguna, como un desierto, y nadie se atrevería a pasar por él por miedo a las bestias salvajes.


—Ezequiel, hombre mortal, entona este lamento por la ciudad de Tiro:


No quedará allí nadie con vida, ni personas ni animales; durante cuarenta años Egipto será el país más desolado de todos y nadie lo habitará. Durante cuarenta años no habrá ciudades más destruidas que las ciudades de Egipto, pues yo haré que los egipcios sean llevados prisioneros a otros países y que sean dispersados entre las naciones.


Habéis cometido acciones odiosas. Por eso os quitaré vuestro poder y vuestro orgullo. Dejaré este país hecho un desierto. Quedará totalmente abandonado y nadie pasará por sus montañas. Entonces reconoceréis que yo soy el Dios de Israel.


Por eso todos en el país lloran y se desaniman; incluso están desapareciendo los animales de la tierra, del cielo y del mar.


Vosotros, sacerdotes, los que servís a Dios en el altar, poneos ropa de luto y pasad la noche llorando, pues ya nadie trae al Templo ofrendas de vino y de cereales.


Dios nuestro, en ti buscamos ayuda porque el fuego ha quemado nuestros campos y nuestros bosques.


Pueblo de Israel, escuchad este triste canto que entono por vosotros: Ya podéis daros por muertos. Quedaréis tendidos en el suelo y no volveréis a levantaros; seréis como una jovencita muerta que no volverá a la vida. No os irá bien en la guerra. Si de una ciudad salen mil soldados, solo cien volverán con vida; si de un pueblo salen cien soldados, solo diez volverán con vida. Si queréis seguir viviendo, debéis acudir a mí.


Esto es, israelita, lo que dice el todopoderoso Dios de Israel: Cuando yo venga a castigaros, el llanto se oirá por todas partes. Se llorará en las calles, se llorará en los mercados, se llorará en los viñedos, se llorará en los campos, ¡y también en los funerales!


Cuando llegue ese día, la gente se burlará de vosotros y, a modo de lamento, os cantará esta canción: «¡Os han dejado en la ruina! ¡Antes erais la propiedad de Dios, pero ahora los invasores os han arrebatado los campos y se los han repartido entre ellos!».


¡Pues bien, por vuestra culpa el monte de Sion se convertirá en campo lleno de maleza y Jerusalén será una pura ruina.


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