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Jeremías 38:2 - Biblia Lenguaje Básico

2-3 —Dios dice que Jerusalén caerá definitivamente bajo el poder del ejército del rey de Babilonia. Dios dice también que los que se queden en Jerusalén morirán víctimas de la guerra, del hambre o de enfermedad. Por el contrario, los que se entreguen a los babilonios salvarán su vida. Serán tratados como prisioneros de guerra, pero seguirán con vida.

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Biblia Reina Valera 1960

2 Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 «Esto dice el Señor: “Todo el que se quede en Jerusalén morirá por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindan a los babilonios vivirán. Su recompensa será su propia vida, ¡ellos vivirán!”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Dice Yavé: Quien se quede en esta ciudad morirá a espada, o de hambre o de peste; en cambio, el que se entregue a los caldeos, vivirá; aunque pierda todo, salvará la vida. Y también esto es palabra de Yavé:'

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Así dice YHVH: El que se quede en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; pero el que se pase a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 'Así dice Yahveh: quien se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste. Quien se pase a los caldeos, vivirá; tendrá su vida por botín, pues seguirá viviendo.

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Jeremías 38:2
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de parte del Dios de Israel: «El rey de Babilonia y sus soldados están rodeando y atacando la ciudad de Jerusalén. Frente a sus ataques, tus tropas retrocederán y se refugiarán en la ciudad.


Los higos malos representan a Sedecías, rey de Judá, a sus cortesanos, a los habitantes de Jerusalén que se quedaron aquí y a los que buscaron protección en Egipto. A todos ellos los castigaré.


En cambio, a la nación que se rinda por completo al rey de Babilonia y se ponga a su servicio, yo la dejaré que viva en paz en su propio país y cultive en él la tierra. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


tal como Dios lo ha dicho. Si no lo hacéis, moriréis a causa de la guerra, el hambre o la enfermedad.


En cuanto a vosotros, los que fuisteis llevados prisioneros de Jerusalén a Babilonia, ¡obedeced de una vez por todas mi palabra! Hasta ahora no habéis hecho caso de los mensajes que, una y otra vez, os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Por eso, os perseguiré con guerras, hambre y enfermedades. Cuando os vean todas las naciones adonde yo os mande, sentirán horror, mientras vosotros seréis objeto de burla y de maldición! Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Vosotros no me habéis obedecido, no habéis cumplido el compromiso de dejar libres a vuestros compatriotas que teníais como esclavos. Pues bien, yo sí voy a permitir que la guerra, las enfermedades y el hambre actúen libremente contra vosotros, que os convertiréis en motivo de espanto para todas las naciones de la tierra. Recordad que cuando hicisteis el pacto conmigo, lo confirmasteis con la ceremonia de partir un novillo en dos partes pasando luego por entre las dos mitades, mientras decíais: «Que Dios haga lo mismo con nosotros si no cumplimos el pacto».


Yo le aseguro que no permitiré que lo maten; le salvaré la vida, y así lo recompensaré por haber confiado en mí.


Una vez más os digo: todos los que decidan irse a vivir a Egipto morirán a causa de la guerra, del hambre, o de alguna enfermedad. ¡Ninguno podrá librarse del terrible castigo que voy a mandaros!


Por eso os aseguro que, si insistís en ir a Egipto, moriréis a causa de la guerra, del hambre o de enfermedad.


Castigaré a los que viven en Egipto tal como castigué a los habitantes de Jerusalén: los haré morir de hambre, enfermedad y guerra.


Estoy a punto de enviar un gran castigo sobre toda la gente, así que no me pidas que intervenga milagrosamente a tu favor. No me lo pidas pues voy a traer la desgracia sobre todo ser viviente. Tú confórmate con salvar tu vida, estés donde estés. Soy yo, Dios, quien lo aseguro.


Dios también me dijo: —Mi castigo contra Jerusalén será peor cuando envíe contra ella mis cuatro castigos mortales: la guerra, el hambre, las bestias salvajes y las enfermedades. Con estos cuatro castigos destruiré a todos sus habitantes y a sus animales.


Después, el Dios de Israel me dio esta orden: —¡Búrlate de los israelitas! ¡Haz como si los felicitaras y los aplaudieras ya que, gracias a su odioso comportamiento, la guerra, el hambre y las enfermedades acabarán con todo el pueblo!


Los que se queden fuera de la ciudad morirán en el combate; los que se queden dentro morirán de hambre y de enfermedad;


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