Entonces Ajaz tomó el oro y la plata que había en el Templo de Dios y en el tesoro del palacio real, y se lo envió como regalo a Tiglatpiléser, rey de Asiria, junto con este mensaje: «Yo soy tu humilde servidor y tú eres para mí como un padre. Ven y líbrame de los reyes de Siria y de Israel, pues me están atacando».