El rey envió por tercera vez a otro capitán con cincuenta soldados. Pero este capitán subió adonde estaba Elías, se arrodilló delante de él y le rogó: —Profeta, ya sé que los soldados que vinieron antes de mí murieron consumidos por el fuego que cayó del cielo. Te suplico que respetes mi vida y la de estos siervos tuyos y no nos hagas morir.