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Hechos 5:5 - Biblia Lenguaje Básico

5-6 Al oír esto, Ananías cayó muerto allí mismo. Entonces unos muchachos envolvieron el cuerpo de Ananías y lo llevaron a enterrar. Y todos los que se enteraron del suceso se llenaron de miedo.

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Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 En cuanto Ananías oyó estas palabras, cayó al suelo y murió. Todos los que se enteraron de lo sucedido quedaron aterrados.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Al oír Ananías estas palabras, se desplomó y murió. Un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Al oír estas palabras, Ananías cayó y expiró. Y vino° un gran temor sobre todos los que lo oían.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Al oír Ananías estas palabras cayó al suelo y expiró. Y un gran temor se apoderó de todos los oyentes.

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Hechos 5:5
26 Tagairtí Cros  

Eliseo se dio la vuelta y mirándolos los maldijo en nombre de Dios. Entonces salieron del bosque dos osos que despedazaron a cuarenta y dos de los muchachos.


Pero luego sintió miedo y dijo: —No me atrevo a llevar a mi palacio el Arca de Dios.


Tiemblo de miedo en tu presencia; tus decisiones me infunden respeto.


y caerán heridos de muerte. Su propia lengua será su ruina, y quienes los vean acabarán burlándose de ellos.


Todavía estaba yo hablando, cuando cayó muerto Pelatías, hijo de Benaías. Entonces me postré ante el rey tocando el suelo con la frente y grité con todas mis fuerzas: —¡Ay, Dios mío! ¿Vas a matar a los pocos israelitas que aún quedan con vida?


Entonces Moisés dijo a Aarón: —Esto es lo que Dios tenía en mente cuando dijo: «Mostraré que soy santo a todos los que se acerquen a mí y en presencia del pueblo mostraré mi gloria». Y Aarón se quedó callado.


Dios te va a castigar: quedarás ciego por algún tiempo y no podrás ver la luz del sol. En ese mismo instante, Elimas sintió como si una nube oscura le hubiera cubierto los ojos, y caminaba a tientas, buscando que alguien le diera la mano para guiarle.


Al ver los milagros y las maravillas que hacían los apóstoles, la gente se quedaba asombrada.


En cuanto a los demás, es decir, los que no pertenecían al grupo de los discípulos, nadie se atrevía a juntarse con ellos aunque todo el mundo hablaba bien de ellos.


¿Cómo queréis que vaya a visitaros? ¿Con un palo en la mano o con mucho cariño y ternura?


Y os escribo antes de ir a veros, para que tengáis tiempo de cambiar y así no tenga que trataros con dureza cuando esté entre vosotros. La autoridad que Dios me ha dado es para ayudaros a crecer en la fe y no para haceros daño.


La segunda vez que os visité, ya os advertí que iba a ser duro con los que habían pecado y con todos los que pecaran después. Ahora que estoy lejos de vosotros, lo vuelvo a repetir.


¡Qué bien que Dios os haya entristecido! ¡Vaya cambio que habéis dado! Así os habéis dado cuenta de mi inocencia y hasta me habéis defendido. También os habéis indignado y habéis tenido miedo de lo que podría suceder. Habéis sentido deseos de verme y habéis castigado al culpable. Con todo esto habéis demostrado que no teníais nada que ver en el asunto.


Dicho esto, todos los que vivan en esa ciudad matarán a pedradas a ese hijo rebelde. Así haréis que desaparezca el mal en Israel, y todos, al enterarse, tratarán de no hacer lo mismo.


No olvidéis el caso de Acán, hijo de Céraj, que guardó para sí algo que debía haber destruido y, aunque solo él había pecado, todo el pueblo israelita fue castigado por su culpa.


En ese mismo instante hubo un gran terremoto, que destruyó la décima parte de la ciudad, y siete mil personas murieron. Los supervivientes tuvieron mucho miedo y alabaron a Dios, que está en el cielo.


Si alguien trata de hacerles daño, ellos echarán fuego por la boca y sus enemigos quedarán completamente abrasados.


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