Biblia Todo Logo
Bíobla ar líne

- Fógraí -





Gálatas 4:5 - Biblia Lenguaje Básico

5 Dios lo envió para liberar a todos los que estábamos bajo el dominio de la ley y luego nos adoptó como hijos suyos.

Féach an chaibidil Cóip


Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos;

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Católica (Latinoamericana)

5 con el fin de rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que así recibiéramos nuestros derechos como hijos.

Féach an chaibidil Cóip

La Biblia Textual 3a Edicion

5 para que redimiera a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos.

Féach an chaibidil Cóip

Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 para que rescatara a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción filial.

Féach an chaibidil Cóip




Gálatas 4:5
26 Tagairtí Cros  

Yo mismo, el Hijo del hombre, soy así. No he venido a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. He venido para liberar a la gente que es esclava del pecado, y para lograrlo daré mi vida.


¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel porque ha venido a liberar a su pueblo!


Pero aquellos que lo recibieron y creyeron en él, llegaron a ser hijos de Dios.


Debéis cuidaros a vosotros mismos y cuidar a los miembros de la Iglesia. Recordad que el Espíritu Santo os puso como líderes para que cuidéis de la Iglesia que Dios salvó por medio de la muerte de su propio Hijo.


Y es que Dios ya no nos acepta por obedecer la ley; desde ahora solo acepta a los que confían en Cristo. Así, pues, con Cristo la ley ha llegado a su cumplimiento final.


Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios.


Porque el Espíritu que Dios os ha dado no os esclaviza ni os hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Papá!».


La creación entera espera impaciente que Dios muestre a todos que somos sus hijos.


Y no solo sufre la creación, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después. Mientras tanto, esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos y nos libere del todo.


Ellos son el pueblo que Dios ha elegido y a quienes dio el derecho de ser sus hijos. Dios ha estado con ellos y les ha mostrado su gran poder haciendo pactos con ellos y dándoles su ley y confiándoles sus promesas.


Pero Cristo se hizo por nosotros maldito y así nos libró de la maldición que cae sobre el que no obedece la ley. Porque la Escritura dice: «Dios maldecirá a cualquiera que muera colgado de un madero».


Vosotros habéis creído en Jesucristo, y por eso todos sois hijos de Dios.


Vosotros, los que a toda costa queréis cumplir la ley, decidme una cosa: ¿no habéis leído lo que la Escritura nos dice de Abrahán?


Vosotros ya no sois como los esclavos de cualquier familia, sino que sois hijos de Dios. Y como sois sus hijos, gracias a él tenéis derecho a ser sus herederos.


decidió enviar a Jesucristo para adoptarnos como hijos suyos, pues así había pensado hacerlo desde un principio.


Por la muerte de su Hijo, Dios perdonó nuestros pecados y nos liberó de toda culpa. Esto lo hizo por su inmenso amor. Y derramando abundantemente sobre nosotros su gracia y llenándonos de sabiduría y conocimiento,


Debéis amar a los demás, como Cristo nos amó y se entregó a la muerte por nosotros como si fuera una ofrenda y un sacrificio de aroma agradable que se hace a Dios.


Él quiso morir para rescatarnos de todo lo malo y para purificarnos de nuestros pecados, haciendo de nosotros su pueblo, un pueblo deseoso de hacer el bien.


El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre y mediante su palabra poderosa hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios perdonara nuestros pecados y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.


Cristo no entró en ese santuario para ofrecer a Dios la sangre de animales, sino para ofrecer su propia sangre. Entró una sola vez y para siempre; de ese modo, de una vez por todas nos libró del pecado.


Así, por medio de Jesucristo, entramos en un nuevo pacto con Dios. Porque Jesucristo murió para que Dios nos perdonara todo lo malo que hicimos durante el primer pacto y también para que los elegidos por Dios recibamos la salvación eterna que él nos ha prometido.


Porque Cristo murió una vez y para siempre para perdonar nuestros pecados. Él era bueno e inocente y sufrió por los pecadores para llevaros a Dios. Como hombre mortal, padeció la muerte, pero como espíritu volvió a la vida.


Los ciento cuarenta y cuatro mil estaban de pie delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos, y cantaban una canción que nunca antes se había escuchado. Nadie podía aprender la letra de aquella canción, a no ser los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron salvados de entre la gente de este mundo.


Y todos ellos cantaban un cántico nuevo que decía: —Solo tú mereces tomar el libro y romper sus sellos. Porque fuiste sacrificado, y con tu sangre rescataste para Dios a gente de toda raza, idioma, pueblo y nación.


Lean orainn:

Fógraí


Fógraí