Durante siete días, en un ambiente de mucha alegría, todos en Jerusalén celebraron la fiesta de los Panes sin levadura. Cada día presentaban ofrendas de paz y daban gracias al Dios de sus antepasados, mientras los sacerdotes y levitas alababan a Dios acompañados por sonoros instrumentos musicales. Ezequías felicitó a todos los levitas por lo bien que habían servido a Dios.