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Daniel 10:16 - Biblia Lenguaje Básico

16-17 Entonces alguien más, que también parecía un hombre, me tocó los labios. Yo entonces le dije: —Mi señor, lo que estoy viendo me llena de angustia y me deja sin fuerzas. ¿Cómo quieres que te hable, si casi no puedo respirar?

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Biblia Reina Valera 1960

16 Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Entonces el que se parecía a un hombre me tocó los labios y abrí la boca y comencé a hablar. Le dije al que estaba de pie frente a mí: —Estoy muy angustiado a causa de la visión que tuve, mi señor, y me siento muy débil.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 Pero me tocó los labios un personaje de aspecto humano. Abrí la boca para hablar y dije al que estaba delante de mí: 'Señor mío, esa visión me ha llenado de angustia y me ha descontrolado.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Pero he aquí, algo como una semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me quedan fuerzas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 Entonces, uno que tenía apariencia humana tocó mis labios. Abrí la boca, hablé y dije al que estaba delante de mí: 'Señor mío, durante la visión sentí grandes dolores y he quedado exhausto.

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Daniel 10:16
29 Tagairtí Cros  

Moisés, sin embargo, insistió ante Dios: —¡Pero es que yo no sé hablar bien! Siempre que hablo, se me traba la lengua, y hablo con dificultad; es un problema que tengo desde niño y no solo desde que tú hablas con tu siervo.


Pero Moisés insistió una vez más: —Dios mío, te ruego que envíes a otra persona.


Lo cierto es que cuanto más se sabe, más se sufre; cuanto más se llena uno de conocimientos, más se llena de problemas.


Con esa brasa me tocó los labios y me dijo: —Esta brasa ha tocado tus labios. Con ella Dios ha quitado tu maldad y ha perdonado tus pecados.


Sobre la cúpula de cristal había una piedra preciosa, que tenía la forma de un trono. Sobre ese trono podía verse la figura de un ser humano.


Volverás a hablar cuando yo lo decida; solo entonces les darás mi mensaje y el que quiera escucharte, que te escuche; y el que no quiera, que no te escuche.


La noche anterior, Dios me había hecho sentir su poder. Pero al día siguiente, cuando llegó el que había logrado escapar con vida, Dios me permitió volver a hablar y dejé de estar mudo.


Yo oí lo que dijo aquel hombre, pero no entendí nada. Por eso le pregunté: —Mi señor, y después de que haya pasado todo esto, ¿qué sucederá?


Yo quedé profundamente impresionado y confundido por lo que vi en mi visión.


Esto fue todo lo que vi; yo, Daniel, quedé muy preocupado con ello, pero guardé dentro de mí todo lo que había visto.


Mientras yo veía todo esto y trataba de entenderlo, apareció ante mí alguien que tenía apariencia de ser humano.


Cuando Gabriel se me acercó, yo me asusté tanto que caí al suelo. Pero él me dijo: —Lo que has visto, se hará realidad cuando llegue el fin del mundo.


Mientras Gabriel me decía esto, yo quedé aturdido, permaneciendo tirado en el suelo. Pero él vino en mi ayuda y me levantó.


Yo, Daniel, perdí las fuerzas y estuve enfermo durante varios días. Pero finalmente me recuperé y seguí ocupándome de los asuntos del rey. Sin embargo, seguí preocupado porque no entendía bien todo lo que había visto.


llegó volando el ángel Gabriel, que ya se me había aparecido en sueños. Era casi la hora de presentar a Dios las ofrendas de la tarde.


En ese mismo momento, Zacarías empezó a hablar alabando a Dios.


Yo os daré sabiduría para que contestéis con inteligencia, y ninguno de vuestros enemigos podrá contradeciros ni haceros frente.


Tomás contestó: —¡Tú eres mi Señor y mi Dios!


—Ni lo uno ni lo otro —respondió el hombre—. Yo soy el jefe del ejército de Dios. Y aquí me tienes. Josué cayó de rodillas y con gran reverencia se inclinó tocando el suelo con la frente y le dijo: —Estoy a tus órdenes. Haré cualquier cosa que me pidas.


En medio de los candelabros vi a alguien que tenía figura humana y vestía una ropa que le llegaba hasta los pies y a la altura del pecho llevaba un cinturón de oro.


Entonces Manóaj rogó a Dios: —¡Dios mío, que venga otra vez ese hombre que mandaste! ¡Que nos enseñe lo que debemos hacer con el hijo que nacerá!


Gedeón le respondió: —Perdón, señor, pero si Dios está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Por qué no hace milagros como cuando nos libró de Egipto? Nuestros antepasados nos han contado las maravillas que Dios hizo entonces; pero ahora nos ha abandonado, nos ha dejado caer en manos de los madianitas.


Gedeón preguntó: —Pero mi Dios, ¿cómo podré librar a los israelitas? Mi grupo familiar es el más insignificante de la tribu de Manasés, y yo soy el menos importante de toda mi familia.


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