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Amós 6:1 - Biblia Lenguaje Básico

1 ¡Que mal os va a ir a los que vivís tranquilos y confiados en Jerusalén y en Samaría y presumís de ser los jefes de la nación más importante, a quienes acuden los israelitas!

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Biblia Reina Valera 1960

1 ¡Ay de los reposados en Sion, y de los confiados en el monte de Samaria, los notables y principales entre las naciones, a los cuales acude la casa de Israel!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 ¡Qué aflicción les espera a ustedes que están a sus anchas en medio de lujos en Jerusalén, y a ustedes que se sienten seguros en Samaria! Son famosos y conocidos en Israel, y la gente acude a ustedes en busca de ayuda.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 ¡Ay de ustedes, los primeros de la primera de las naciones, a quienes acude todo el mundo en Israel! Ustedes descansan en su orgullo y se sienten seguros en el cerro de Samaria,

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 ¡Ay de los que viven tranquilos en Sión, Y de los que confían en el monte de Samaria, Hombres prominentes de la primera de las naciones, A quienes acude la casa de Israel!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 ¡Ay de los que viven tranquilos en Sión y de los que se sienten seguros en el monte de Samaría, hombres notables de la primera de las naciones, a quienes acude la casa de Israel!

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Amós 6:1
26 Tagairtí Cros  

Luego Omrí le compró a Sémer la montaña de Samaría por sesenta y seis kilos de plata. Allí edificó una ciudad con murallas, a la que llamó Samaría, en honor de Sémer, su dueño anterior.


de que esos ricos orgullosos nos menosprecien y se burlen de nosotros.


En Jerusalén los pecadores se llenan de miedo, los malvados tiemblan y dicen: «No podremos sobrevivir al fuego destructor de Dios; es un fuego que no se apaga y no quedaremos con vida».


Desde sus comienzos como nación Moab siempre ha disfrutado de paz; ni uno solo de sus habitantes ha sido llevado prisionero. Moab se parece al buen vino: siempre ha estado en reposo y en el mismo lugar. Por eso le ha ido bien y no ha perdido sus tradiciones.


Así pues, poneos en pie de guerra y atacad a ese pueblo tranquilo que se siente tan seguro y por eso nunca cierra sus puertas, viviendo aislado de todos.


Entonces decidí hablar con sus jefes, pues creí que ellos sí entenderían. Pero también ellos te desobedecieron y no quisieron hacerte caso.


¡Pobrecita de ti, Jerusalén! Antes eras la más famosa de todas las ciudades. ¡Antes estabas llena de gente, pero te has quedado muy sola, te has quedado viuda! ¡Fuiste la reina de las naciones, pero hoy eres su esclava!


Dad a conocer esto en los palacios de Asdod y en los palacios de Egipto. Decid a la gente que se reúna en los montes de Samaría. Que vea el desorden y la violencia que hay en esa ciudad.


Y vosotras, mujeres de Samaría, escuchad lo que tengo que deciros: Estáis gordas como vacas de la región de Basán; maltratáis y humilláis a los pobres, y pedís a vuestros maridos que os traigan vino para emborracharos.


Pues bien, haré que os lleven presos más allá de Damasco. Así os lo aseguro yo mismo, el Dios todopoderoso, cuyo nombre es «el Señor».


Además, caerán también sin vida todos los que juran en nombre de los dioses de Samaría, de Dan y de Beerseba. Caerán y no volverán a levantarse.


Vosotros pensáis que nada malo os pasará, pero al final vuestros pecados os causarán la muerte.


¡Escuchadme, vosotros, jefes y gobernantes de Israel! ¡Deberíais hacer justicia, pero hacéis todo lo contrario! Preferís hacer lo malo, en lugar de hacer lo bueno. Maltratáis a mi pueblo hasta arrancarle la piel y dejar sus huesos a la vista.


Cuando llegue ese día, tomaré una lámpara y buscaré en la ciudad de Jerusalén a los que viven confiados; son como vino en reposo y hasta se atreven a decir: «¡Dios no hace nada malo, pero tampoco hace nada bueno!».


Además, quiso que fuéramos los primeros entre sus criaturas. Por eso, por medio de la buena noticia de salvación nos dio una vida nueva.


Vosotros los ricos habéis vivido con mucho lujo y os habéis dado la gran vida en esta tierra. Habéis engordado tanto que parecéis ganado listo para el día de la matanza.


Así que poned vuestras preocupaciones en manos de Dios, pues él tiene cuidado de vosotros.


Los cinco hombres salieron y, cuando llegaron a Lais, encontraron que allí la gente vivía confiada y tranquila, pues tenía todo lo que necesitaba. Parecían gente de Sidón, pues seguían sus costumbres, pero como estaban lejos de su patria no se relacionaban con nadie.


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