3 —Hagamos un pacto tú y yo, como lo hicieron tu padre y el mío. Rompe el pacto que hiciste con Baasá, el rey de Israel, para que no siga luchando contra mí. A cambio te envío este oro y esta plata como regalo.
3 Haya alianza entre tú y yo, como la hubo entre tu padre y mi padre; he aquí yo te he enviado plata y oro, para que vengas y deshagas la alianza que tienes con Baasa rey de Israel, a fin de que se retire de mí.
3 «Hagamos un tratado, tú y yo, como hicieron tu padre y mi padre. Mira, te envío plata y oro. Rompe el tratado con el rey Baasa de Israel, para que me deje en paz».
3 Hagamos una alianza como la hubo entre mi padre y tu padre; te envío plata y oro; ven, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí.
3 Haya alianza entre tú y yo, como hubo entre mi padre y tu padre. He aquí que te envío plata y oro; ve y rompe tu alianza con Baasa rey de Israel, para que se aparte de mí.
3 'Pactemos una alianza entre tú y yo, como la hubo entre mi padre y el tuyo. Ahí te envío plata y oro. Anda, rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que se aleje de mí'.
Los gabaonitas no eran israelitas, sino un resto de los antiguos habitantes del país; pero en los días de Josué, los israelitas habían hecho con ellos un acuerdo de paz. Sin embargo, Saúl había tratado de destruirlos para que Israel y Judá controlaran todo el territorio. Por eso David llamó a los gabaonitas y les dijo: —¿Qué puedo hacer para reparar el daño que os hizo Saúl, y para que pidáis a Dios por nosotros que somos su pueblo?
En respuesta, Asá tomó toda la plata y el oro que había en los tesoros del Templo y del palacio del rey, y se los envió a Benadad, rey de Siria, que vivía en la ciudad de Damasco. Además le envió este mensaje:
Benadad aceptó la propuesta del rey Asá y envió a los jefes de su ejército a luchar contra las ciudades de Israel. Así conquistó las ciudades de Iyón, Dan, Abel Main, y todas las ciudades de Neftalí en las que se almacenaban alimentos.
Entonces el profeta Jehú, hijo de Jananí, salió a recibirlo y le dijo: —¿Por qué has ayudado a un malvado, y te has hecho amigo de gente que odia a Dios? Dios está muy enfadado contigo.
Nosotros somos el templo de Dios vivo. Si Dios está en nosotros, no tenemos nada que ver con los ídolos. Dios mismo dijo: Viviré con este pueblo y caminaré con ellos. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
pero vosotros no debéis hacer ningún pacto con la gente que vive allí. Al contrario, debéis destruir sus altares». Pero ¿qué hicisteis vosotros? Simplemente me desobedecisteis sin razón alguna.