Ese velo Moisés se lo dejaba puesto hasta que llegaba el momento de entrar a la Tienda del encuentro para hablar con Dios. Cuando entraba a la Tienda del encuentro, se lo quitaba y, al salir, le comunicaba al pueblo todo lo que Dios le había ordenado. Pero como el pueblo veía que la cara de Moisés seguía brillando, él se ponía otra vez el velo hasta que entraba de nuevo a hablar con Dios.