Después de la muerte de Saúl, David salió a luchar contra los amalecitas y los derrotó. A continuación regresó a Siclag y se quedó allí dos días. Al tercer día, llegó a Siclag uno de los soldados de Saúl. Venía con la ropa toda desgarrada y la cabeza cubierta de polvo. Cuando llegó ante David, se inclinó tocando el suelo con la frente en señal de respeto.