El rey Joás se olvidó de la lealtad que le había tenido siempre Joyadá, el padre de Zacarías, y cuando los enemigos de este quisieron deshacerse de él, el propio rey dio la orden de que lo mataran a pedradas en el patio del Templo de Dios. Cuando Zacarías estaba a punto de morir, dijo: —¡Que Dios sea testigo y os castigue por hacerme esto!