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Mateo 12:50 - Biblia Version Moderna (1929)

50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, y hermana, y madre.

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Biblia Reina Valera 1960

50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

50 Pues todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo es mi hermano y mi hermana y mi madre».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

50 Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre.

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La Biblia Textual 3a Edicion

50 Porque todo el que haga la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano y hermana, y madre.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

50 Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre'.

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Mateo 12:50
38 Tagairtí Cros  

Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré.


Jardín cerrado es mi hermana, mi esposa; manantial cerrado, fuente sellada.


Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:  He aquí mi madre y mis hermanos.


AQUELmismo día, saliendo Jesús de la casa, se sentó a la orilla del mar.


Todavía hablaba él, cuando, he aquí, una nube de luz que les cubrió; y he aquí una voz salía de la nube que decía: ¡Éste es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia! ¡oídle a él!


Y respondiendo el Rey, les dirá:  En verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis.


Él entonces les responderá, diciendo:  En verdad os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, ni a mí lo hicisteis.


Entonces les dijo Jesús:  No temáis:  id, decid a mis hermanos, que vayan a Galilea; allí me verán.


Porque aquel que hiciere la voluntad de Dios, este mismo es mi hermano, y hermana, y madre.


Mas él respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.


Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando.


Dícele Jesús: No me toques; porque no he subido todavía al Padre: mas vé a mis discípulos, y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios.


Jesús respondió y les dijo: Ésta es la obra de Dios, que creáis en aquel a quien él envió.


Pues que ésta es la voluntad de mi Padre, que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.


Pues aquellos tiempos de ignorancia Dios los dejó pasar; mas ahora manda a los hombres, que todos, en todas partes, se arrepientan;


mas declaré primeramente a los de Damasco, y también en Jerusalem, y por todo el país de Judea, y luego a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas del arrepentimiento.


Porque a los que conoció en su presciencia, los predestinó también para ser conformados a la imagen de su Hijo; para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos.


¿No tenemos derecho de llevar en derredor con nosotros a una hermana, mujer propia, como los demás apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?


Porque estoy celoso de vosotros, con celos que lo son de Dios; pues que os he desposado con un solo esposo, para que os presente a Cristo, cual virgen casta.


Pues que en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale algo, ni tampoco la incircuncisión, sino la fe que obra por medio del amor.


Porque la circuncisión no es nada, ni tampoco la incircuncisión, sino que lo que vale es la nueva criatura


donde no puede haber tales distinciones como griego y judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo, o libre; sino que Cristo es todo y en todos.


a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.


y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser autor de eterna salvación a todos los que le obedecen;


a fin de que ya no viváis más tiempo en la carne para las concupiscencias de los hombres, sino según la voluntad de Dios.


Y el mundo se va pasando, con su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.


Bienaventurados aquellos que lavan sus ropas, para que tengan derecho de llegar al árbol de la vida, y que puedan entrar por las puertas en la ciudad.


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