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2 Reyes 8:5 - Biblia Version Moderna (1929)

5 Y él le estaba contando al rey de cómo había resucitado a un muerto, cuando he aquí a la mujer misma, cuyo hijo el profeta había resucitado, la cual venía a reclamar ante el rey su casa y su campo. Con lo cual dijo Giezi: ¡Oh rey, señor mío, ésta es la mujer, y éste su hijo a quien resucitó Eliseo!

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Biblia Reina Valera 1960

5 Y mientras él estaba contando al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Cuando Giezi estaba relatándole al rey la ocasión en que Eliseo le había devuelto la vida a un niño, en ese preciso instante, la madre del niño entró para presentarle al rey la petición de su casa y de sus tierras. —¡Mire, mi señor el rey! —exclamó Giezi—. ¡Ella es la mujer y este es su hijo, el que Eliseo volvió a la vida!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Cuando el sirviente contaba al rey cómo su patrón le había devuelto la vida a un muerto, llegó justamente la mujer a cuyo hijo había resucitado Eliseo, y le solicitó al rey su casa y su campo. Guejazí le dijo: '¡Mi señor rey, esta es justamente la mujer y este es el hijo al que Eliseo le devolvió la vida!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Y sucedió, mientras él contaba al rey cómo había resucitado al muerto, he aquí la mujer a cuyo hijo había resucitado, llegó implorando al rey por su casa y por su terreno. Entonces dijo Giezi: Mi señor el rey, ésta es la mujer, y éste su hijo, a quien Eliseo resucitó.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Y cuando estaba contando al rey que había resucitado a un muerto, se presentó la mujer a cuyo hijo había resucitado, para reclamar ante el rey su casa y su campo. Dijo entonces Guejazí: '¡Oh, mi señor el rey! Ésta es la mujer, y éste es su hijo, al que resucitó Eliseo'.

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2 Reyes 8:5
16 Tagairtí Cros  

Y BEN-HADAD, rey de Siria, juntó todas sus fuerzas, teniendo consigo treinta y dos reyes, y caballería y carros de guerra, y subió y puso sitio a Samaria, y peleó contra ella.


Luego dijo a Giezi, su criado: Llama a esta sunamita. Él pues la llamó; y ella se presentó delante de él.


Luego volvió y anduvo por la casa, para acá y para allá. Subió entonces, y tendióse sobre él: y estornudó el muchacho siete veces; y abrió el muchacho los ojos.


Dijo entonces uno de sus siervos: Ninguno, oh rey, señor mío; sino que Eliseo, el profeta que hay en Israel, declara al rey de Israel las palabras que tú dices en tu cámara de dormir.


Y aconteció que un día el rey de Israel iba pasando sobre el muro, cuando una mujer clamó a él, diciendo: ¡Socorro, oh rey, señor mío!


En seguida le preguntó el rey a la mujer, y ella se lo contó. Entonces el rey le señaló cierto camarero, diciendo a éste: Haz que se le restituya todo lo suyo, con todos los frutos de su campo, desde el día que dejó el país hasta ahora.


Entonces le dijo Zeres su mujer, con todos sus amigos: Manda hacer una horca de la altura de cincuenta codos; y por la mañana habla al rey para que cuelguen a Mardoqueo en ella; luego entrarás con el rey al banquete gozoso. Y la propuesta pareció buena a Hamán; e hizo preparar la horca.


¡TE ensalzaré, mi Dios, oh Rey, y bendeciré tu nombre por los siglos y eternamente!


El corazón del hombre traza su camino, pero Jehová dirige sus pasos.


¶Volvíme, y observé que debajo del sol la carrera no es de los ligeros, ni la batalla de los fuertes; ni tampoco de los sabios el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los inteligentes el favor; sino que el tiempo y la casualidad les tocan a todos ellos.


¶¿Qué pues diremos a estas cosas? si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?


Fuése pues, y llegando, espigó en el campo tras los segadores; y dió por casualidad con la parte del campo que pertenecía a Booz, que era de la familia de Elimelec.


Y conoció Saúl la voz de David, y dijo: ¿Es ésta tu voz, hijo mío, David? Y respondió David: Mi voz es, señor mío, ¡oh rey!


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