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2 Reyes 10:5 - Biblia Version Moderna (1929)

5 Por lo cual el mayordomo de palacio y los magistrados de la ciudad, con los ancianos y los ayos, enviaron a decir a Jehú: Siervos tuyos somos, y todo lo que mandares haremos; no queremos hacer rey a ninguno; haz lo que bien te pareciere.

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Biblia Reina Valera 1960

5 Y el mayordomo, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los ayos enviaron a decir a Jehú: Siervos tuyos somos, y haremos todo lo que nos mandes; no elegiremos por rey a ninguno, haz lo que bien te parezca.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Así que los administradores del palacio y de la ciudad, junto con los ancianos y con los tutores de los hijos del rey, enviaron el siguiente mensaje a Jehú: «Somos sus sirvientes y haremos todo lo que nos diga. No proclamaremos rey a nadie; haga lo que mejor le parezca».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 El mayordomo del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los que educaban a los hijos del rey dieron a Jehú esta respuesta: 'Somos tus servidores y haremos todo lo que nos pidas. No proclamaremos rey. Haz lo que mejor te parezca'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Y el que estaba sobre el palacio, y el que estaba sobre la ciudad, y los ancianos, y los tutores, enviaron a decir a Jehú: ¡Somos tus siervos y haremos todo lo que nos digas! No proclamaremos rey a nadie; haz lo que te parezca bien ante tus ojos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Y el mayordomo del palacio, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los preceptores enviaron a decirle: 'Somos tus siervos y haremos cuanto nos digas. No proclamaremos rey a nadie; haz tú lo que mejor te parezca'.

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2 Reyes 10:5
11 Tagairtí Cros  

En efecto, se ciñeron sacos sobre los lomos, y se pusieron sogas al cuello, y presentándose así al rey de Israel, dijeron: Tu siervo Ben-hadad dice: ¡Ruégote me perdones la vida! A lo que respondió: ¿Acaso vive todavía? hermano mío es.


A lo que respondió el rey de Israel y dijo: Conforme a tu dicho, señor mío, oh rey, tuyo soy yo y cuanto tengo.


Él entonces volvió a escribir carta la segunda vez, diciendo: Si sois míos y a mi voz seréis obedientes, tomad las cabezas de aquellas personas, los hijos de vuestro señor, y venid a mí, como a estas horas el día de mañana, en Jezreel. Y los hijos del rey, en número de setenta personas, estaban con los grandes de la ciudad, que los criaban.


Entonces envió Ezequías rey de Judá al rey de Asiria, a Laquís, diciendo: Yo he pecado; retírate de mí: lo que me impusieres lo pagaré. Y el rey de Asiria impuso a Ezequías rey de Judá trescientos talentos de plata, y treinta talentos de oro.


¡No les escuchéis! ¡servid al rey de Babilonia, y vivid! ¿Por qué ha de ser hecha esta ciudad una desolación?


¿Acaso he concebido yo a todo este pueblo, y le he dado yo a luz, para que tú me digas: Llévalos en tu seno, como suele llevar la nodriza al niño de pecho, a la tierra que prometí con juramento a sus padres?


Si alguno me sirve, sígame; y en donde yo estoy, allí también estará mi servidor: si alguno me sirviere, a éste le honrará mi Padre.


Por lo cual nuestros ancianos y todos los moradores de nuestra tierra nos hablaron, diciendo: Tomad en vuestra mano provisiones para el camino, e id al encuentro de ellos, y decidles: Siervos vuestros somos: ahora pues celebrad pacto con nosotros.


Y ellos respondieron a Josué: Tus siervos somos. Y les dijo Josué: ¿Quiénes sois, y de dónde venís?


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