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Lamentaciones 1:9 - Biblia Martin Nieto

9 ¡Hasta en sus ropas hay inmundicia! No pensaba en este fin; se hundió estruendosamente ¡y nadie la consuela! Mira, Señor, su aflicción, que el enemigo triunfa.

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Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

9 Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó de su fin; Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Se deshonró a sí misma con inmoralidad y no pensó en su futuro. Ahora yace en una zanja y no hay nadie que la saque. «Señor, mira mi sufrimiento —gime—. El enemigo ha triunfado».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Su impureza manchaba su vestido, pero no pensaba que tendría este fin. ¡Se hundió profundamente! ¡Nadie la consuela! ¡Mira, oh Yavé, mi dolor, ¡cómo se pone orgulloso el enemigo!

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 f Su inmundicia está en sus faldas, no ha tenido en cuenta° su final, Fue humillada hasta el asombro, no tiene consolador. ¡Mira, oh YHVH, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Tet. . Su impureza impregna sus vestidos. No se acordó de su fin; ha caído de forma inesperada, sin tener quien la consuele. Mira, Yahveh, mi aflicción, y cómo se crece mi enemigo.

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Lamentaciones 1:9
46 Tagairtí Cros  

Tal vez el Señor vea mi aflicción y me devuelva bien en lugar de esta maldición de hoy'.


Porque el Señor vio la amarguísima aflicción de Israel, que no quedaba ya esclavo ni libre y que no había quien socorriera a Israel.


Y ahora, oh Dios nuestro, Dios grande, poderoso y terrible, que guardas la alianza y la misericordia, no tengas en poco todas las desgracias que han caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes, nuestros profetas, nuestros padres y todo tu pueblo, desde la época de los reyes de Asiria hasta el presente.


Mira mi miseria y sálvame, pues yo no me he olvidado de tu ley;


Oh Señor, Señor mío, la fuerza que me salva, tú cubres mi cabeza el día del combate.


Contempla mi miseria y mi dolor, perdona todos mis pecados;


El ultraje quebró mi corazón, estoy perdido, esperé compasión, pero fue en vano, consoladores, y no encontré ni uno.


He determinado sacaros de la opresión de Egipto a la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del fereceo, del heveo y del jebuseo; tierra que mana leche y miel.


El Señor continuó: 'He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arranca su opresión y conozco sus angustias.


El pueblo creyó, y comprendiendo que el Señor había visitado a los israelitas y había visto su opresión, se postraron y adoraron.


Y he visto también todas las opresiones que se cometen bajo el sol. ¡Las lágrimas de los oprimidos sin tener quien los consuele! ¡La mano de sus opresores les hace violencia, sin encontrar quien los vengue!


Así Jerusalén caerá en ruinas y Judá se hundirá, pues sus palabras y sus hechos se oponen al Señor y desafían su majestad.


Inclina, Señor, tu oído y escucha; abre, Señor, tus ojos y mira; escucha las palabras de Senaquerib, que ha mandado insultar al Dios vivo.


¿A quién has injuriado y ultrajado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado altivamente tus miradas? ¡Contra el Santo de Israel!


Por haberte envalentonado contra mí, pues tu insolencia y tu furor contra mí han llegado a mis oídos, voy a poner mi anillo en tu nariz y mi freno en tus labios, para hacerte volver por el camino por donde has venido.


El Señor, tu Dios, habrá oído las palabras del general que el rey de Asiria, su señor, mandó a insultar al Dios vivo, y el Señor, tu Dios, lo castigará. Eleva, pues, una oración por el resto que aún subsiste'.


Hablad al corazón de Jerusalén y gritadle que se ha cumplido su servicio, que está perdonado su pecado, que ha recibido de la mano del Señor el doble de castigo por todos sus pecados.


Decías: Seré soberana para siempre, perpetuamente lo seré; mas no reflexionaste en esto, ni pensaste en su fin.


Estas dos desgracias te han alcanzado -¿quién se lamentará por ti?-, saqueo y ruina, hambre y espada; ¿quién te consolará?


Oh desdichada, sacudida por la tempestad, desconsolada; yo asentaré tus piedras sobre malaquita y tus cimientos sobre zafiros;


Tus adulterios, tus gritos de lujuria, tus prostituciones vergonzosas sobre los collados y en el campo, todas tus infamias yo las he visto. ¡Ay de ti, Jerusalén, que continúas impura! ¿Hasta cuándo todavía?


Nadie partirá el pan con quien está de duelo para consolarlo por un muerto; nadie le ofrecerá la copa del consuelo por la muerte del padre o de la madre.


Hasta en la orla de tu vestido tienes sangre de los pobres y de los inocentes; ¡a éstos no los sorprendiste en ningún delito, sino junto a los terebintos!


Emborrachadlo, porque se ha levantado contra el Señor; que Moab se revuelque en su vómito y sea objeto de burla también él.


Los profetas profetizan mentiras, los sacerdotes enseñan con su mal ejemplo. ¡Y mi pueblo en ello se complace! Mas ¿qué haréis cuando llegue el fin?


¡Convocad contra Babilonia a los arqueros! Vosotros todos, los que tensáis el arco, acampad en torno a ella, que no tenga escape. Pagadle con arreglo a sus obras; todo lo que ella hizo, haced con ella, pues se ha insolentado contra el Señor, contra el Santo de Israel.


Sión alarga sus manos, mas no hay quien la consuele. El Señor ha suscitado contra Jacob por todas partes enemigos; Jerusalén se ha convertido en objeto de horror entre los pueblos.


Escucha mi gemido: ¡no hay quien me consuele! Todos mis enemigos se alegran de mi ruina, de que tú lo hayas hecho. ¡Haz que llegue el día que habías anunciado, para que sean como yo!


¿A quién te compararé? ¿A quién te haré semejante, oh hija de Jerusalén? ¿Quién te podrá salvar y confortar, oh virgen, hija de Sión? Grande como el mar es tu ruina, ¿quién te podrá curar?


¡Ay, cómo se ha deslucido el oro, se ha alterado el oro tan fino! ¡Están esparcidas las piedras sagradas por las esquinas de todas las calles!


¡Acuérdate, Señor, de lo que nos ha sobrevenido, mira y considera nuestra afrenta!


Devastaré su viñedo y su higuera, de los que decía: 'Ésta es la paga que me han dado mis amantes': las reduciré a jaral que pastarán las bestias salvajes.


Esto será el precio de su orgullo por haber insultado al pueblo del Señor omnipotente y haberse engrandecido a su costa.


y muchos judíos habían ido a casa de Marta y María para consolarlas.


Pero nosotros clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, que escuchó nuestra plegaria, volvió su rostro hacia nuestra miseria, nuestros trabajos y nuestra opresión,


pero pensé en la arrogancia / de los enemigos, / en la falsa interpretación / que ellos harían: / Ha sido nuestra mano poderosa, / y no el Señor, / la que hizo todo esto.


Si fueran sabios lo comprenderían / y sabrían intuir lo que les espera.


Pues ha llegado el tiempo de comenzar el juicio de Dios por el pueblo de Dios. Y si el juicio empieza por nosotros, ¿cuál será el fin que aguarda a los que se han mostrado rebeldes al evangelio de Dios?.


y le hizo esta promesa: '¡Oh Señor todopoderoso!, si quieres mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y me das un hijo varón, yo lo consagraré al Señor por todos los días de su vida, y la navaja no pasará por su cabeza'.


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