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Isaías 14:4 - Biblia Martin Nieto

4 pronunciarás esta sátira contra el rey de Babilonia: ¡Cómo ha acabado el tirano, en qué paró su arrogancia!

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Biblia Reina Valera 1960

4 pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia, y dirás: ¡Cómo paró el opresor, cómo acabó la ciudad codiciosa de oro!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 te mofarás del rey de Babilonia y dirás: «El hombre poderoso ha sido destruido. Sí, se acabó tu insolencia.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 te burlarás así del rey de Babilonia:

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Entonces pronunciarás mofa contra el rey de Babilonia, diciendo: ¡Cómo terminó el tirano! ¡Cómo acabó su prepotencia!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 entonarás esta canción contra el rey de Babel y dirás: '¡Cómo ha acabado el opresor, ha acabado la violencia!'.

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Isaías 14:4
35 Tagairtí Cros  

Nabucodonosor se llevó para Babilonia los objetos del templo de Dios, grandes y pequeños; los tesoros del templo y los tesoros del rey y a sus jefes.


Oráculo contra Babilonia revelado a Isaías, hijo de Amós.


Babilonia, la joya de los reinos, la perla, el orgullo de los caldeos, será destruida por Dios como Sodoma y Gomorra.


que convertía en un desierto el mundo, que destruía las ciudades y no dejaba a sus cautivos salir de la prisión?


El Señor ha roto el palo de los criminales, el cetro de los dominadores;


al que hería a los pueblos con saña golpeando sin tregua, y aplastaba con furia a las naciones pisoteando sin piedad.


Deja que en ti se hospeden los fugitivos de Moab; sé tú su cobijo frente al devastador hasta que acabe la opresión, el devastador desaparezca y se aleje del país el que lo arrasa.


Una dura visión me ha sido revelada: ¡El ladrón roba, el devastador devasta! ¡Avanza, Elán; pon cerco, Media! A todo gemido pongo fin.


Siéntate en silencio, escóndete en la sombra, hija de los caldeos, pues no se te volverá a llamar señora de los reinos.


A tus opresores haré comer su propia carne, de su misma sangre se embriagarán como de vino nuevo. Y todo mortal sabrá que yo, el Señor, soy tu salvador y tu redentor, el fuerte de Jacob.


¿Vas a olvidar al Señor tu creador, que desplegó los cielos y fundó la tierra, para temblar sin cesar todo el día ante la furia del opresor, que se dispone a perderte? Pero, ¿dónde está la furia del opresor?


Y lo pondré en la mano de tus opresores, de los que te decían: ¡Agáchate para que pasemos por encima!, y tú hiciste de tu espalda un suelo, un camino para los viandantes.


Serás fundada en la justicia, y estarás a salvo de la opresión, pues nada temerás; a salvo de la destrucción, que nunca más te alcanzará.


Porque todo calzado de guerra estrepitoso, todo manto manchado de sangre será quemado, pasto de las llamas.


Pero como a estos higos malos, tan malos que no pueden comerse - dice el Señor-, así trataré yo a Sedecías, rey de Judá, a sus oficiales y al resto de los habitantes de Jerusalén que han quedado en este país o que habitan en el país de Egipto.


Compadecedlo, vosotros sus vecinos, todos los que su nombre conocéis. Decid: '¡Cómo se ha hecho pedazos el bastón potente, el cetro glorioso!'.


¡Ay, cómo se ha deslucido el oro, se ha alterado el oro tan fino! ¡Están esparcidas las piedras sagradas por las esquinas de todas las calles!


Serás oprobio y vituperio, ejemplo y horror para las naciones circunvecinas, cuando yo haga en ti justicia con indignación y furor, con terrible venganza. Yo, el Señor, he hablado.


y en cuyas manos ha dejado a los hombres, las bestias del campo y los pájaros del cielo dondequiera que habiten, y a quien ha hecho soberano sobre todos ellos, tú eres la cabeza de oro.


Pues la violencia hecha en el Líbano te cubrirá y las matanzas de los animales te aterrarán por la sangre humana derramada y la violencia hecha al país, a la ciudad y a todos sus habitantes.


Y vi a la mujer emborracharse de la sangre de los santos y de los mártires de Jesús, y al verla me quedé estupefacto.


¡Ay, ay de la gran ciudad, que estaba vestida de lino, de púrpura y escarlata, adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas,


Alégrate sobre ella, ¡oh cielo!; y vosotros, santos, apóstoles y profetas, porque Dios, al condenarla, ha vengado vuestra causa.


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