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Ezequiel 8:1 - Biblia Martin Nieto

1 El año sexto, el día cinco del sexto mes, estando en mi casa rodeado de los ancianos de Judá, el Señor puso su mano sobre mí.

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Biblia Reina Valera 1960

1 En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano de Jehová el Señor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Después, el 17 de septiembre, durante el sexto año de cautividad del rey Joaquín, mientras los líderes de Judá estaban en mi casa, el Señor Soberano puso su mano sobre mí.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 El año sexto, el día quinto del sexto mes, estaba sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí. Entonces la mano de Yavé se posó sobre mí.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 El año sexto, el día cinco del mes sexto, estando yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá sentados frente a mí, la mano de Adonay YHVH bajó allí sobre mí.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 El año sexto, el día cinco del sexto mes, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados en mi presencia, se posó sobre mí la mano del Señor Yahveh.

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Ezequiel 8:1
24 Tagairtí Cros  

Eliseo estaba sentado en su casa, con los ancianos que le rodeaban, cuando el rey le envió a un mensajero; pero antes de que el mensajero llegase, Eliseo había dicho a los ancianos: '¿Habéis visto cómo este hijo de asesino ha mandado a cortarme la cabeza? Mirad, cuando el mensajero llegue, cerrad la puerta y no le dejéis pasar. ¿No sentís el ruido de los pasos de su señor detrás de él?'.


Algunos ancianos de Israel vinieron a verme y se sentaron ante mí.


Por eso, anúnciales: Esto dice el Señor Dios: A todo aquel de la casa de Israel que haya acogido a sus ídolos en su corazón y tenga ante sus ojos el incentivo de su pecado y luego se presente al profeta, le responderé yo mismo, el Señor, a pesar de la multitud de sus ídolos,


En el año séptimo, el día diez del quinto mes, vinieron a consultar al Señor algunos ancianos de Israel y se sentaron a mi alrededor.


El año noveno, el día diez del décimo mes, el Señor me dijo:


En el año undécimo, el día primero del mes, el Señor me dijo:


El año décimo, el doce del décimo mes, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:


El año veintisiete, el día uno del primer mes, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:


Entonces el espíritu me arrebató y oí detrás de mí el ruido de una gran trepidación, mientras la gloria del Señor se levantaba de su sitio;


El espíritu me levantó y me arrebató; iba yo amargado, con el ánimo lleno de excitación, mientras la mano del Señor pesaba fuertemente sobre mí.


Allí mismo el Señor puso su mano sobre mí y me dijo: 'Levántate, sal a la vega y allí hablaré contigo'.


El año undécimo, el día siete del primer mes, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:


El año undécimo, el día uno del tercer mes, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:


El año undécimo, el día uno del duodécimo mes, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:


El año duodécimo, el quince del primer mes, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:


El Señor había puesto su mano sobre mí la tarde antes de llegar el fugitivo y había abierto mi boca antes que a la mañana siguiente llegara a mí el fugitivo. Entonces mi boca habló y no estuve mudo más.


Vienen a ti en masa, mi pueblo se sienta delante de ti, escucha tus palabras; pero luego no las ponen en práctica, porque tienen en su boca la mentira y su corazón va tras la ganancia injusta.


El Señor puso su mano sobre mí, me trasladó por medio de su espíritu y me dejó en medio de la vega, que estaba llena de huesos.


El año veinticinco de nuestro destierro, al comienzo del año, el día diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad, aquel día el Señor puso su mano sobre mí y me llevó,


El rey estará en duelo, el príncipe sumido en la desolación, las manos de la gente del pueblo temblarán. Yo los trataré según su proceder y los juzgaré según su manera de juzgar, y sabrán que yo soy el Señor'.


Miré y vi una figura como de un hombre. Desde lo que parecían sus caderas para abajo era de fuego, desde sus caderas para arriba un resplandor semejante al electro.


Pues los labios del sacerdote deben guardar la ciencia, y de su boca se viene a buscar la enseñanza, porque él es el mensajero del Señor todopoderoso.


De nadie he deseado plata, oro o vestidos.


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