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Levítico 6:27 - Nueva Biblia Española (1975)

27 El que toque su carne queda consagrado. El vestido sobre el que salpique sangre de aspersión se lavará en lugar sagrado.

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Biblia Reina Valera 1960

27 Todo lo que tocare su carne, será santificado; y si salpicare su sangre sobre el vestido, lavarás aquello sobre lo cual cayere, en lugar santo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

27 Toda persona o cosa que toque la carne del sacrificio será santa. Si la sangre del sacrificio llegara a salpicar la ropa de la persona, la ropa manchada deberá lavarse en un lugar sagrado.

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La Biblia Textual 3a Edicion

27 Todo lo que toque en su carne quedará consagrado. Si la sangre salpica sobre una vestidura, lavarás lo que fue salpicado en un lugar santo.

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Levítico 6:27
11 Tagairtí Cros  

La expiación y consagración del altar durará siete días; el altar será sacrosanto, y el que lo toque quedará santificado.


Todos ellos los consagrarás para que sean sacrosantos. El que los toque quedará santificado.


Cuando tengan que salir del atrio exterior, donde está el pueblo, se quitarán las vestiduras con las que oficiaron, dejándolas en las sacristías, y se pondrán otra ropa. Así no consagrarán al pueblo con sus vestiduras.


Todo objeto de madera, de paño, de cuero o de saco -todo utensilio- sobre el que caiga un bicho de éstos después de muerto quedará impuro: lo meterán en agua, y quedará impuro hasta la tarde. Después volverá a ser puro.


La pueden comer todos los varones aaronitas: es su porción de las oblaciones del Señor, en las sucesivas generaciones. El que las toque queda consagrado.


La carne que toque algo impuro no se puede comer. Hay que quemarla. Sólo el que está puro podrá comer la carne.


Si uno toca carne consagrada con la orla del vestido y toca con ella pan o caldo o vino o aceite o cualquier alimento, ¿quedan consagrados? Los sacerdotes respondieron que no.


rogándole que les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron.


pensando: 'Con sólo tocarle el manto, me curo'.


Estas promesas tenemos, amigos; por eso, limpiémonos toda suciedad de cuerpo ó de espíritu, y sigamos completando nuestra consagración con el respeto que a Dios se debe.


¡Hay que ver! El hecho de haber sentido pesar como Dios manda cuánto empeño produjo en ustedes, qué excusas, qué indignación, qué respeto, qué nostalgia, qué emulación, que escarmiento. Han probado de todos los modos posibles que no tenían culpa en el asunto.


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