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Jeremías 51:9 - Nueva Biblia Española (1975)

9 hemos tratado a Babilonia y no se cura, déjenla, vamos cada uno a nuestra tierra; su condena llega al cielo, alcanza a las nubes;

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Biblia Reina Valera 1960

9 Curamos a Babilonia, y no ha sanado; dejadla, y vámonos cada uno a su tierra; porque ha llegado hasta el cielo su juicio, y se ha alzado hasta las nubes.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 La habríamos ayudado si hubiéramos podido, pero ya nada se puede hacer por ella. Déjenla ir; abandónenla. Regresen ahora a su propio país. Pues su castigo llega hasta los cielos; es tan grande que no se puede medir.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Atendimos a Babilonia, pero no se recuperó. Dejémosla ahí y partamos cada uno para nuestra tierra; porque el juicio en su contra llega hasta el cielo y se eleva hasta las nubes.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Hemos querido sanar a Babilonia, Pero no ha sanado; Abandonadla, y vámonos cada uno a nuestra tierra, Porque su castigo ha llegado hasta los cielos, Se ha alzado hasta las nubes.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Curamos a Babel y no sanó. Dejémosla, y vayamos cada uno a su país. Pues hasta los cielos llega su juicio, y se eleva hasta las nubes.

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Jeremías 51:9
13 Tagairtí Cros  

Había allí un profeta del Señor llamado Oded. Cuando el ejército volvía a Samaria, salió a su encuentro y les dijo: El Señor, Dios de sus padres, indignado con Judá lo puso en sus manos. Pero la saña con que ustedes los han matado clama al cielo.


diciendo: Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza y nuestra culpa llega al cielo.


Entonces, como cierva acosada o como rebaño que nadie congrega, volverán unos a su pueblo, huirán otros a su tierra;


En eso han parado aquellos con quienes traficabas, con quienes te atareabas desde joven: cada uno se pierde por su lado, y no hay quien te salve.


Porque el Señor lo derribó poderosamente: tropezó y cayó. Dicen a sus camaradas: Arriba, huyamos de la espada mortífera, a nuestra gente, a nuestra tierra nativa,


también sus mercenarios eran novillos cebados; huyen juntos sin parar, porque les llega el día funesto, la hora de rendir cuentas.


Extirpen en Babel al sembrador y al que empuña la hoz en la siega. Huyen de la espada mortífera, cada uno a su gente y a su tierra nativa.


Pasó la cosecha, se echó el verano, y no hemos recibido auxilio.


¡Ay de ellos!, que se me escaparon; ¡desgraciados!, por rebelarse contra mí. Yo los redimiría, pero ellos me calumnian,


Y oí otra voz del cielo que decía: Pueblo mío, salgan de ella para no hacerse cómplices de sus pecados ni víctimas de sus plagas;


porque sus pecados han llegado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus crímenes.


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