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Génesis 24:30 - Nueva Biblia Española (1975)

30 Cuando vio el anillo y las pulseras de su hermana y oyó lo que le contaba su hermana Rebeca de lo que le había dicho el hombre, salió corriendo hacia la fuente en busca del hombre, y lo encontró esperando con los camellos, junto a la fuente.

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Biblia Reina Valera 1960

30 Y cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que decía: Así me habló aquel hombre, vino a él; y he aquí que estaba con los camellos junto a la fuente.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

30 Había visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y había oído a Rebeca contar lo que el hombre le había dicho. Así que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

30 Cuando vio el anillo y los brazaletes que llevaba su hermana, y oyó decir a Rebeca: 'Esto me ha dicho ese hombre..., corrió a buscar al hombre que estaba de pie junto a los camellos, al lado del pozo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

30 y cuando Labán vio el arete y los brazaletes en las muñecas de su hermana, y oyó las palabras de su hermana Rebeca diciendo: Así me habló este hombre; corrió a éste, quien, por cierto, permanecía con los camellos junto a la fuente,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

30 Tan pronto como vio el anillo y los brazaletes en las manos de su hermana y escuchó las palabras de Rebeca, su hermana, que decía: 'Así me habló el hombre' se acercó a él, que seguía de pie al lado de los camellos, junto a la fuente,

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Génesis 24:30
7 Tagairtí Cros  

Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro de cinco gramos de peso, y se lo puso en la nariz, y dos pulseras de oro de diez gramos, y se las puso en las muñecas.


Rebeca tenía un hermano llamado Labán.


Y le dijo: Ven, el Señor te bendiga, ¿qué esperas aquí fuera? Yo te he preparado alojamiento y sitio para los camellos.


¿Acaso olvida una joven sus joyas, una novia su cinturón? Pues mi pueblo me tiene olvidado un sinfín de días.


La chusma se solazaba con ella, eran bebedores traídos del desierto; le ponían pulseras en los brazos y diademas de lujo en la cabeza,


Un día dijo a su madre: Aquellos mil cien siclos que te desaparecieron, por los que echaste una maldición en mi presencia, mira, ese dinero lo tengo yo, lo tomé yo.


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