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Génesis 42:21 - Biblia Reina Valera 1909

21 Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, que vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le oímos: por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.

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Biblia Reina Valera 1960

21 Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

21 Y hablando entre ellos, dijeron: «Es obvio que estamos pagando por lo que le hicimos hace tiempo a José. Vimos su angustia cuando rogaba por su vida, pero no quisimos escucharlo. Por eso ahora tenemos este problema».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

21 y ellos comentaban entre sí: 'Verdaderamente estamos pagando lo que hicimos con nuestro hermano, pues a pesar de ver su aflicción y de oír sus súplicas, no le hicimos caso. Por eso ahora ha venido sobre nosotros esta desgracia.

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La Biblia Textual 3a Edicion

21 Y cada cual decía a su hermano: De cierto somos culpables por nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no lo escuchamos, por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

21 Se iban diciendo unos a otros: 'En verdad somos culpables por lo de nuestro hermano, porque vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no lo escuchamos; por esto nos ha sobrevenido esta tribulación'.

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Génesis 42:21
29 Tagairtí Cros  

Entonces el principal de los coperos habló á Faraón, diciendo: Acuérdome hoy de mis faltas:


Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos á mi señor? ¿qué hablaremos? ¿ó con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos: he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquél en cuyo poder fué hallada la copa.


Y dijo José á sus hermanos: Yo soy José: ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.


Y viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos.


Entonces dijo David á Nathán: Pequé contra Jehová. Y Nathán dijo á David: También Jehová ha remitido tu pecado: no morirás.


Y ella dijo á Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿has venido á mí para traer en memoria mis iniquidades, y para hacerme morir mi hijo?


El que cierra su oído al clamor del pobre, También él clamará, y no será oído.


El hombre que hace violencia con sangre de persona, Huirá hasta el sepulcro, y nadie le detendrá.


¿No te acarreó esto tu dejar á Jehová tu Dios, cuando te hacía andar por camino?


Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te condenará: sabe pues y ve cuán malo y amargo es tu dejar á Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor Jehová de los ejércitos.


Por tanto, así ha dicho Jehová: Vosotros no me habéis oído en promulgar cada uno libertad á su hermano, y cada uno á su compañero: he aquí que yo os promulgo libertad, dice Jehová, á cuchillo y á pestilencia, y á hambre; y os pondré en remoción á todos los reinos de la tierra.


Tu camino y tus obras te hicieron esto, ésta tu maldad: por lo cual amargura penetrará hasta tu corazón.


Andaré, y tornaré á mi lugar hasta que conozcan su pecado, y busquen mi rostro. En su angustia madrugarán á mi.


Mas si así no lo hiciereis, he aquí habréis pecado á Jehová; y sabed que os alcanzará vuestro pecado.


Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con que medís, os volverán á medir.


Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.


Porque tengo cinco hermanos; para que les testifique, porque no vengan ellos también á este lugar de tormento.


Y muchos de los que habían creído, venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.


Porque juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia: y la misericordia se gloría contra el juicio.


Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.


Entonces dijo Adoni-bezec: Setenta reyes, cortados los pulgares de sus manos y de sus pies, cogían las migajas debajo de mi mesa: como yo hice, así me ha pagado Dios. Y metiéronle en Jerusalem, donde murió.


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