Apocalipsis INTRO1 - NT Traducción Contemporánea de la BibliaINTRODUCCIÓN GENERAL Apocalipsis es uno de los libros más fascinantes de la Biblia. Su mensaje contundente, su simbolismo y su carácter enigmático lo convierten en una obra atrayente, pero también en una de las más desafiantes para los lectores contemporáneos. La poca familiaridad con su estilo literario puede ser una de las razones por las que el mensaje apocalíptico, a pesar de ser tan curioso e interesante, ha sido distorsionado y poco entendido en su sentido exegético (es decir, en su significado original) a lo largo de los siglos. Sin duda, es un texto con mucha riqueza literaria, un universo teológico muy propio; lleno de colores, números, animales, sonidos, visiones, sabores, aventuras, desafíos, luchas, promesas, adoración, victoria y fiesta. Realmente es un libro extraordinario, abundante en creatividad, estrategias literarias y motivaciones teológicas, en el cual toda la estructura y simbología tiene un propósito. Es un proyecto de proclamación de esperanza a la luz de los desafíos de sus destinatarios, por ello, es muy importante conocer un poco de sus particularidades para acercarnos al texto de manera más responsable; disfrutando así de una lectura más profunda, y como ya decía el gran Juan Stam, uno de los más grandes estudiosos del Apocalipsis: “Quién entra al mundo del Apocalipsis tiene que estar preparado para muchas sorpresas”. Sí, tiene que estar preparado para una Palabra de Dios expresada de forma muy especial, y su mensaje nos es revelado (apocalíptico) tan espectacularmente, con la ayuda del Espíritu Santo, que, como dice el mismo libro: “El que tenga oídos, oiga lo que Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 2:11, TCB). 1. Características Generales del Apocalipsis de Juan Es una carta de amor, contrario a lo que algunos puedan pensar, el Apocalipsis no es un mensaje catastrófico de desgracias y castigo, sino más bien una carta de amor. Fue escrita con el más puro deseo de consolar a un pueblo amado, para que supieran que alguien estaba pendiente de ellos. El propósito era animarlos a no desanimarse ni perder la fe, sino estar completamente seguros de que el amor sacrificial de Dios era real. El Cordero los amó tanto que dio su vida por ellos. En respuesta a este amor perfecto e infinito, ellos deberían ser fieles al Cordero, incluso hasta la muerte. Sin importar las consecuencias, el mejor camino siempre será el camino del amor, el camino del Cordero y, sobre todo, del amor del Cordero. Es Cristocéntrico, Jesucristo es el centro. En la cultura popular y en la literatura universal, suele aplicarse mucho morbo a la lectura del Apocalipsis. La gente se preocupa por las imágenes negativas y se distrae del enfoque principal del autor, que es glorificar al Cordero, es decir, a Cristo. Por ejemplo, mucho se especula sobre la marca de la bestia, pero poco se habla de la marca del Cordero, cuando el autor posiblemente solo plantea la idea de la marca de la bestia (Ap. 13:17) para contrastar con la marca realmente importante que es la marca del Cordero (Ap. 14:1). Él es el protagonista alrededor del cual se desarrolla toda la trama, con los demás personajes actuando como secundarios. El dragón, la bestia, el falso profeta y otros entes están presentes en el texto únicamente para ser definitivamente vencidos por el Cordero, quien es el verdadero Rey y triunfador. Cristo es el eje central del evangelio y de la Iglesia, y así debería ser en nuestra vida, en nuestro corazón y, por supuesto, en nuestra interpretación de las escrituras apocalípticas. Es simbólico, por su naturaleza como parte del género apocalíptico. Es un mensaje que nos muestra que Dios cumple sus promesas, aunque no sepamos ni cómo ni cuándo. Esta manera de expresar el “cómo” y el “cuándo” se basa en el uso del lenguaje simbólico. La simbología podría considerarse el alma del género apocalíptico. Dota a la literatura de un lenguaje simbólico, que puede parecer misterioso o complejo. Sin embargo, es importante recordar que el simbolismo no debe interpretarse de manera literal. Por ejemplo, el autor del Apocalipsis de Juan hace uso de ellos, creando combinaciones simbólicas literalmente inconcebibles como: la lluvia de granizo y fuego mezclado con sangre (Ap. 8:7), un altar que habla (Ap. 9:13), la mano con siete estrellas que se pone sobre la cabeza de Juan (Ap. 1:16), etc. El escritor, también utiliza un mismo símbolo para estipular dos sentidos diferentes, como lo hace cuando dice que las siete cabezas de la bestia son siete montes (Ap. 17:9) y también siete reyes (17:10). Dentro de la simbología de la literatura apocalíptica, los principales elementos incluyen animales, colores, números, objetos y fenómenos cósmicos, entre otros posibles. Cada uno de estos elementos debe interpretarse de manera responsable, teniendo en cuenta la tradición judía, toda la literatura bíblica, la literatura apocalíptica y el contexto histórico del libro en cuestión. Por lo tanto, es crucial llevar a cabo una investigación exegética antes de atribuir significados a la simbología del Apocalipsis de Juan. Otro factor importante, es que el Apocalipsis brinda al lector tres niveles de interpretación simbólica: 1. Primaria: cuando el mismo autor explica claramente qué significa el símbolo; 2. Secundaria: cuando en alguna otra parte de la Biblia hay una posible aclaración del símbolo y 3. Terciaria: Cuando se necesita buscar el significado del símbolo en fuentes extra bíblicas. Es profético, el mismo texto deja muy claro que se trata de una profecía. Pero la profecía bíblica no necesariamente se entiende como un tipo de predicción del futuro, sino más bien está conectada con hablar en nombre de Dios; con el propósito de anunciar y denunciar. Frecuentemente haciendo análisis históricos desde el presente, recordaban el pasado, para proyectar un futuro. También es profético por su connotación ética; invitando al arrepentimiento y obediencia a Dios. Es escatológico, entendiendo que escatología viene de dos palabras griegas ἔσχατος (ésjatos) y λόγος (logos), que se traduce como doctrina de las cosas últimas. Esas cosas últimas no necesariamente hacen referencia a los eventos finales en términos cronológicos, sino más bien a las últimas realidades en un sentido existencial. Por ejemplo, cuando el Logos se encarnó o las varias intervenciones divinas en la historia. Se puede entender esas cosas últimas como las que dan sentido a la existencia humana. Como diría Paul Tillich, experiencias profundas que señalan cuando uno está frente al incondicional: “se trata de aquello que el hombre experimentó como incondicional, de validez última” (2001 p. 11). Según Aune, es prácticamente un consenso que el contenido del género apocalíptico tiene que ver con una perspectiva trascendente y escatológica sobre la realidad cósmica, cotidiana y de los asuntos humanos más esenciales (1986. p. 88). La escatología se funda en la noción del tiempo, una expresión de la noción entre tiempo e historia y cómo cada pueblo va entendiendo esa relación. Para entender mejor esa idea existencial de la escatología y la noción del tiempo, se recomienda el texto Teología de la Esperanza de Jürgen Moltmann, donde el autor dice: “no hay que adelantarse al futuro, sino más bien tener la esperanza de que las crisis del día de hoy pueden tener la posibilidad de mejorar el día de mañana”. Es historiográfico, ya que el autor presenta una teología exquisita de la historia. Por lo tanto, es fundamental entender su mensaje en relación con el contexto histórico en el que fue escrito y luego aplicarlo al contexto histórico actual. Comprender el contexto histórico original del Apocalipsis es absolutamente necesario para entender el significado primario del texto y decodificar sus símbolos de manera correcta. Sacar el texto de su contexto histórico podría ser el error más grave cometido por los lectores del Apocalipsis. Para entender bien cualquier escrito antiguo, es necesario tratar de hacer el esfuerzo de entrar, dentro de las posibilidades, en el contexto histórico del autor y sus destinatarios. Tristemente, en la época contemporánea, una gran parte de los lectores del Apocalipsis insisten en leerlo como si fuera escrito en nuestro tiempo y para nuestro mundo moderno, olvidándose del contexto original del libro, perdiendo y distorsionando la mayoría de la riqueza de su mensaje. Es teológico, no solo desarrolla una profunda teología de la historia, como se mencionó anteriormente, sino que también presenta un marcado carácter litúrgico. El autor nos transporta a un culto celestial que promueve la adoración tanto al que está sentado en el trono (Dios) como al Cordero (Jesucristo). A lo largo del libro, el Apocalipsis de Juan hace referencias a las fiestas judías, reinterpretando su significado teológico desde una perspectiva cristiana. La frecuente mención del Cordero evoca claramente la celebración de la Pascua. Es muy probable que el capítulo 7:9-17 describa la felicidad plena de los redimidos en los términos de la Fiesta de las Cabañas, la más alegre de todas; y el libro usa una variedad de términos litúrgicos como: amén, las doxologías completas y termina con un “Maranatá” término claramente litúrgico. El Apocalipsis enfatiza la idea de que nuestro testimonio y toda nuestra vida deben ser una constante adoración a Dios. Dado que es un libro teológico, es crucial interpretarlo exegéticamente. Encontramos en Apocalipsis de Juan: teología propia, cristología, pneumatología, soteriología, escatología, liturgia, hamartiología, eclesiología y más. Es pastoral, el autor se muestra claramente como un pastor preocupado por las iglesias que están sufriendo, y su mensaje busca guiar y fortalecer a las comunidades de fe. Especialmente, busca infundir felicidad y esperanza en medio de las crisis. Además, presenta a Jesús como el rey que nos pastoreará eternamente, el gran Pastor. Quitar la riqueza pastoral del Apocalipsis de Juan, definitivamente es perder la esencia misma del libro. Es sensorial, el Apocalipsis no es simplemente un texto para leer; es una experiencia sensorial que invita al lector a sumergirse en sus páginas y vivirla con todos los sentidos. Es necesario adentrarse en sus visiones, ver lo que se describe, sentir los olores, oír los truenos, coros y trompetas. Se trata de saborear el libro y entregarse por completo a su narración para captar el mensaje original del autor. La lectura moderna está fuertemente influenciada por la racionalidad occidental, que tiende a buscar análisis intelectuales y ser demasiado literalista, reduciendo así nuestra capacidad de percibir su verdadero significado. Para aproximarse al género apocalíptico, es crucial hacerlo con imaginación. De esta manera, podemos acompañar al autor en su viaje y descubrir las realidades más profundas que el mundo real posee. Es práctico, no se trata de visiones y palabras sin sentido, sino de un poderoso mensaje para orientar la conducta ética de las iglesias. Es un manual de vida que debe ser vivido y experimentado, no solo escuchado. Este mensaje tiene el propósito de ser puesto en práctica aquí y ahora. El mensaje también tiene mucho que decir a la comunidad a través de la voz profética de la iglesia, especialmente en temas de justicia social, política y económica. 2. Teorías de Formación Las teorías de formación son intentos de aproximación y no verdades absolutas. En el ejercicio académico y debido a la tradición histórica, se asumen posturas que se consideran más asertivas dentro de diálogos aún abiertos. Es importante aclarar siempre que estas teorías son esfuerzos por comprender, no afirmaciones categóricas. Autor Aunque comúnmente se utiliza la nomenclatura “Apocalipsis de Juan” para referirse al libro, dado que el propio autor se identifica como Juan (Apocalipsis. 1:1, 1:4, 21:2 y 22:8), la identidad precisa de este Juan mencionado sigue siendo desconocida. Por lo tanto, resulta relevante mencionar algunas de las teorías consideradas por los estudiosos respecto a la autoría del texto. La teoría más conocida y aceptada es que el autor del libro de Apocalipsis fue Juan el apóstol, el discípulo amado, hijo de Zebedeo, que según la tradición cristiana ortodoxa también fue el autor del cuarto Evangelio y las tres epístolas juaninas. Esta creencia está fundamentada en la tradición más antigua, en el testimonio de los padres de la Iglesia, el cual es casi unánime en cuanto a la autoría del apóstol Juan. Por ejemplo, Justino Mártir cerca del 135 d.C. le atribuye los escritos a Juan el apóstol y se estima que el final de la vida de Juan fue por el año 98 d.C. y del pronunciamiento de Justino no pasó ni siquiera 40 años, lo que significa que testigos oculares podrían confirmar la veracidad de esta información. Otro nombre importante que confirmó esa teoría fue Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo, que posiblemente conoció a Juan y testificaba que el apóstol era el autor del Apocalipsis. Además, de que el apóstol Juan posiblemente sí estuvo desterrado en Patmos hasta larga edad. Esa teoría fue cuestionada a lo largo de los siglos, porque aunque haya algunas similitudes entre el Apocalipsis con los demás escritos atribuidos a Juan (el cuarto Evangelio y las tres cartas de Juan), también hay grandes diferencias, principalmente gramaticales y literarias. Por ejemplo, el Apocalipsis tiene un estilo gramatical más pobre que las cartas y mucho más pobre que el Evangelio de Juan. Eso podría ser explicado por el hecho que, en Patmos, Juan no tenía un asistente para redactar el texto, ni muchos recursos. Otra teoría planteada por los exégetas es que el libro no fue escrito por una persona, sino por la Comunidad Juanina, debido a que “estamos frente a un material muy elaborado en el interior de una escuela, por lo que podemos hablar de paternidad joánica y mantener así la atribución a Juan, en el sentido de que con certeza Juan había presidido el crecimiento de esta teología”. En la región de Éfeso había un presbítero conocido como Juan de Hierápolis, que según Papías, obispo de la ciudad y una fuente respetada de la iglesia de Alejandría, puede haber sido discípulo del apóstol Juan, porque eran contemporáneos y con teologías similares. Por lo que existe la posibilidad que ese presbítero haya sido el autor del libro y no el discípulo Juan. Además, cabe mencionar que una de las características del género apocalíptico es la pseudonimia, por lo que hay la posibilidad de que el escritor del libro sea un autor apocalíptico desconocido que usó este elemento, como era costumbre en esta clase de literatura. Es probable que el nombre de Juan se le haya atribuido debido a su autoridad apostólica con el fin de dotar al texto de mayor relevancia, o simplemente por la popularidad del nombre Juan en aquel contexto. Independientemente de su identidad, el autor era un buen pastor y un cristiano judío que cita el Antiguo Testamento desde el hebreo (como también versiones arameas) y el griego. Llama la atención que nunca reclamara, ni explícita ni implícitamente, el rango de apóstol, obispo ni presbítero. Cuando se refería a los apóstoles, no parecía incluirse a sí mismo entre ellos (2:2; 18:20; 21:14). Desde el siglo II d.C. la tradición occidental, aunque con bastante desacuerdo, lo ha identificado con el discípulo amado. A pesar de que no hay en el libro un indicio que apunte a cuál “Juan” en particular, podemos contentarnos con llamarlo “Juan de Patmos”. Es fascinante cómo el autor, escribiendo desde su propia perspectiva, describe las visiones y experiencias que tiene, plasmando escenas vívidas, posicionándose, interpretando y, en ocasiones, sintiendo incluso miedo. Juan de Patmos no es solo un profeta que habla, escribe y lee; es un narrador profundamente involucrado en su relato, sumergido en la narración, con percepciones sensoriales, emociones y reflexiones interpretativas. Por ejemplo, en medio de la visión (Apocalipsis 10:8-11), recibe la orden de tomar un librito y comerlo. El librito dulce al paladar, pero amargo en el estómago, ilustra la ambigüedad de cómo el texto se siente en su propio cuerpo, reflejando la dualidad del mensaje. Esto muestra una clave de lectura importante: el libro no solo debe ser leído, sino también experimentado a nivel sensorial y emocional, para comprender plenamente su mensaje. Fecha y Lugar La época en que el libro fue escrito es una clave fundamental, porque es lo que determina el contexto histórico donde se podrá ubicar, ese contexto vital es un factor determinante para la labor exegética, es decir, para el mejor entendimiento del primer sentido del texto y de su interpretación simbólica. Sin embargo, en el caso del Apocalipsis de Juan, al igual que ocurre con la autoría, la fecha de composición es motivo de debate entre los eruditos, quienes no han llegado a un consenso definitivo al respecto. Las teorías sobre la fecha de composición del Apocalipsis de Juan varían. Algunos estudiosos lo ubican durante el reinado de Nerón (54-68 d.C.), mientras que otros lo sitúan en la época de Vespasiano (69-79 d.C.) o durante el gobierno de Domiciano (81-96 d.C.). Cada una de estas propuestas se basa en diferentes interpretaciones del texto y del contexto histórico. Sin embargo, lo que la mayoría de los expertos concuerda es en su ubicación geográfica, situándolo en la región de Asia Menor, que corresponde a lo que hoy conocemos como Turquía. Esta certeza proviene del propio texto del libro, que especifica su localización en Patmos. “Hay un pasaje en el libro (17:9-11) donde se alude claramente a los emperadores romanos”. En especial a Nerón, lo que lleva a algunos estudiosos del libro a creer que en ese periodo se pudo escribir una primera parte del libro, debido a algunos factores caóticos relatados en el texto, y algunas evidencias como el número de la bestia. Aunque las evidencias tengan una base lógica, son subjetivas, por ello, se concuerda con que el autor se sitúa imaginariamente en aquella época, sin embargo, la persecución de Nerón es una importante clave de interpretación del libro. La fecha más probable según el testimonio de los primeros cristianos, es que la redacción del Apocalipsis de Juan haya sido terminada a finales del reinado del emperador Domiciano, o sea, alrededor de los años 81-96 d.C. El Padre de la Iglesia Ireneo de Lyon afirmó claramente que el libro fue revelado durante ese período, siendo su opinión respaldada por otros Padres de la Iglesia como Policarpo, Victorino y Eusebio. Destinatarios En el prólogo especifica que está destinado a las siete iglesias de Asia Menor, las cuales son puntualmente nombradas: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Dentro de sus particularidades, resalta el detalle que todas coinciden con la ruta del correo imperial de Asia Menor, lo cual indica que eran ciudades importantes de la región y que el mensaje circularía fácilmente por todo el territorio. No obstante, por su naturaleza simbólica, también se puede interpretar que las siete iglesias, tengan un significado más amplio, como el siete suele significar plenitud, perfección. Las siete iglesias también pueden ser entendidas como la plenitud de la iglesia, es decir, el mensaje sería para toda la iglesia en general, incluyendo a la iglesia actual. Algo que debemos tener en cuenta al acercarnos al libro es hacer un esfuerzo de interpretar el Apocalipsis como lectores modernos, buscando entender el mensaje destinado a sus primeros receptores. El Apocalipsis era originalmente una carta para los cristianos en Asia Menor y fue escrita para ser entendida por los fieles comunes y corrientes de las iglesias. Esta carta no fue destinada a los grandes eruditos, como un enigma incomprensible, por el contrario, era una carta circular, comunitaria, para ser leída y predicada a todas las congregaciones que tuvieran acceso a este maravilloso mensaje. Género literario El género literario predominante en el libro es conocido como género apocalíptico. Este género abarca diversas obras literarias y se desarrolló en tiempos de crisis y conflictos históricos. Sus autores transmitieron un mensaje respaldado por la autoridad divina con el objetivo de garantizar la fe, consolar al pueblo en medio del dolor, la opresión y el sufrimiento, difundir la esperanza y predicar la justicia. Confían en que Dios cumplirá sus promesas, aunque no sepan ni cómo ni cuándo ocurrirá. Proviene del género profético y con fuerte influencia de la literatura sapiencial. Un género de escatología y esperanza, caracterizado por su dualismo, seudonimia, literatura de protesta, exigencias éticas y principalmente, por la simbología que contiene animales, colores, números, fenómenos cósmicos, etc. Un género que debe ser leído con los cinco sentidos, haciendo uso de la imaginación, entendido como visiones o sueños, que contiene detalles que ya no se pueden decodificar y que deben ser relacionados primeramente a su contexto. Al familiarizarse con las reglas del género literario, el acercamiento de un lector al texto del Apocalipsis de Juan alcanza un nuevo nivel de comprensión. Al entender la identidad del texto, es posible analizar los símbolos con mayor precisión, respaldándose en las enriquecedoras notas al pie de página de la versión TCB. Estas notas, producto de un análisis cuidadoso del contexto en el que Juan vivía, permiten descifrar cómo él comunicaba su realidad a través del simbolismo. Cabe mencionar que el texto es una carta, perteneciente al género epistolar. A lo largo de toda la obra, encontramos diversos estilos literarios como makarios, parábola, ayes, himnos, doxologías, narrativa, entre otros. Propósito del Libro El propósito es presentado en una narrativa rica, codificada, pero muy clara para sus primeros destinatarios. Desafortunadamente, el objetivo principal de Apocalipsis, que era eliminar el temor de los cristianos del primer siglo, ahora tiene un efecto totalmente opuesto. El libro causa terror y miedo a muchos de sus lectores modernos, hasta el punto de que algunos ni siquiera se atreven a leerlo, ya sea por temor al contenido del libro o porque se han resignado a no comprender su mensaje simbólico complejo. No obstante, es fundamental recordar el contexto histórico en el que se escribió el Apocalipsis: las personas enfrentaban tiempos de crisis, sufrimiento, amenazas constantes y muerte, lo que hace que este libro siga siendo profundamente relevante en la actualidad. El Apocalipsis fue concebido como una cápsula de esperanza y una inyección de fe, y es precisamente así como se debe interpretar: con confianza en la promesa de la primera bienaventuranza que se presenta al inicio del libro: “Dichoso el que lee esta profecía, y los que la oyen y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:3, TCB). Además, es importante resaltar que el propósito del libro no es satisfacer la curiosidad sobre el curso de los eventos futuros sino preparar y animar a la iglesia a enfrentar las dificultades que probarían su fe hasta su límite máximo. Por lo tanto, así como toda la Biblia, el Apocalipsis de Juan trae un contenido moral y teológico muy relevante. 3. Bosquejo teológico del Apocalipsis. El Apocalipsis de Juan es un libro con variadas propuestas de bosquejos por parte de sus estudiosos. De manera muy básica se puede definir la estructura del texto de la siguiente manera: apertura y visión inicial (Apocalipsis 1), las cartas a las siete iglesias (Apocalipsis 2 y 3), la visión del trono y del Cordero (Apocalipsis 4 y 5), la apertura de los siete sellos (Apocalipsis 6—18), la guerra escatológica (Apocalipsis 19), el milenio (Apocalipsis 20), cielo y tierra nueva (Apocalipsis 21) y advertencias finales (Apocalipsis 22). En el patrón numérico, después de un capítulo introductorio aparece la relación siete-cuatro, es decir, cuatro series de siete: siete cartas (2,3), siete sellos (5:1—8:1) siete trompetas (8:2—11:19) y siete copas (15:1—16:21). Todas entrecortadas por algunos paréntesis que paralizan un poco el flujo de la narración, evidenciado en los bosquejos y así, el libro concluye con el juicio hacia Babilonia, la victoria del Cordero, la culminación del Reino de Dios y la Nueva Jerusalén (caps. 17—21). El Equipo Etienne Charpentier, presenta una estructura más pastoral y eclesiológica para el libro, algo que debe ser considerado para entender el primer sentido del texto, porque sin duda Juan de Patmos tenía un corazón extremadamente pastoral y escribió para consolar a la iglesia de Jesucristo. El libro de Apocalipsis es una cátedra magistral de un acompañamiento pastoral en medio de la crisis y momentos de dificultad que un cristiano enfrenta en su caminar diario, por eso la perspectiva pastoral del texto es fundamental para entender ese mensaje central de esperanza, es interesante cómo el autor hace un bosquejo bajo esos lentes pastorales (2001, p. 18-34): INTRODUCCIÓN (1,1-3) I. UNA IGLESIA MUY HUMANA (1-3) 1. Saludo (1-4) 2. Visión del Hijo del Hombre (1, 9-20) 3. Las cartas a las siete iglesias (2-3) II. UNA IGLESIA ENFRENTADA CON LOS PROBLEMAS DE SU TIEMPO (4-20) A. La iglesia: de Israel a las naciones (4-11) 1. LA LITURGIA EN TORNO AL TRONO (4-5) 2. LOS SIETE SELLOS (6-8,5) 3. LAS SIETE TROMPETAS r (8,6-11,19) B. La iglesia enfrentada con los poderes totalitarios (12-20) 1. LA MUJER Y EL DRAGÓN (12,1-6) 2. LAS FUERZAS ANTAGÓNICAS (12,7-14,5) 3. ANUNCIO DEL JUICIO (14,6-19,10) a) El Evangelio del juicio (14, 6-13) b) Pasión y victoria de los fieles (14,14-15) c) Destrucción de Roma-Babilonia (16-17) d) Dos cánticos celebran el resultado del juicio (18-19,10) 4. LA VICTORIA FINAL (19,11-20,15) a) La victoria del Mesíasr (19,11-21) b) Durante los “mil años” de la historia de la iglesia (20) III. UNA IGLESIA BAJADA DEL CIELO (21-22). 4. Estructura según la TCB Prólogo (1:1-3) Saludos a las siete iglesias (1:4-8) Visión del Hijo del Hombre: Jesucristo es Dios (1:9-20) Mensaje a las siete Iglesias (2-3) El mensaje a Éfeso (2:1-7) El mensaje a Esmirna (2:8-11) El mensaje a Pérgamo (2:12-17) El mensaje a Tiatira (2:18-29) El mensaje a Sardis (3:1-6) El mensaje a Filadelfia (3:7-13) El mensaje a Laodicea (3:14-22) Adoración Celestial (4:1-11) El Cordero y el rollo (5:1-14) Los sellos (6:1-17) Los ciento cuarenta y cuatro mil (7:1-8) La multitud vestida de blanco (7:9-17) El séptimo sello y el incensario de oro (8:1-5) Las primeras trompetas (8:6-13) La quinta trompeta (9:1-12) La sexta trompeta (9:13-21) El ángel y el librito (10:1-11) Los dos testigos (11:1-14) La séptima trompeta (11:15-19) La mujer y el dragón (12:1-18) La bestia que subía del mar (13:1-10) La bestia que sube de la tierra (13:11-18) El cántico de los ciento cuarenta y cuatro mil (14:1-5) El mensaje de los tres ángeles (14:6-13) La cosecha de la tierra (14:14-20) Siete ángeles con siete plagas (15:1-8) Las siete copas de la ira de Dios (16:1-21) La prostituta y la bestia (17:1-18) Caída de Babilonia (18:1-24) Alabanzas y la boda del Cordero (19:1-10) La victoria del jinete (19:11-21) Los mil años (20:1-6) La derrota final de Satanás (20:7-10) El juicio (20:11-15) Cielo Nuevo y Tierra Nueva (21:1-8) La nueva Jerusalén (21:9—22:5) Cristo está viniendo (22:6-21) 5. Sobre la portada Obra: Fragmentos del futuro Materiales: acuarela y varios materiales como bolígrafo y marcador plata. Esta portada definitivamente fue un gran reto, a continuación, un resumen visual de ciertos elementos del libro de Apocalipsis. En la parte inferior izquierda de la imagen se observan tres cruces, las cuales representan el evangelio. De esa escena del Calvario surge la figura del discípulo Juan, quien tiene una visión. En la parte superior del discípulo se encuentra un papiro, símbolo de lo que escribía durante el proceso. La corona representa el cuerpo de Cristo, mientras que las siete iglesias, dispuestas en forma de corona, simbolizan las comunidades a las que se dirige el mensaje del Apocalipsis. La llama de fuego, presente en el verso que dice “Oro refinado en fuego, para que seas rico y vestiduras blancas para vestirte” (Apocalipsis 3:18), simboliza la purificación y la transformación. Del lado derecho se ven las personas con vestiduras blancas dando a la multitud del pueblo santo de Dios y entrelazándose con el verso “Una voz que oí como de trompeta hablando conmigo, dijo sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán” (Apocalipsis 4:1). En el mismo centro se encuentra el Cordero en representación del único que puede desatar los sellos (Apocalipsis 5). En la parte de arriba del Cordero se ve la historia de la mujer y el dragón (Apocalipsis 12). Cerca de la cabeza del Cordero se despliegan a los dos olivos, continúan los contornos que muestran la figura de la mujer sentada sobre la bestia (Apocalipsis 17). En el siguiente elemento cerca de los ángeles se encontrará el símbolo de las siete copas de la ira de Dios. Apocalipsis 16. En la parte superior izquierda aparecen los elementos de los cielos cayendo y de otro extremo la tierra en llamas (Apocalipsis 21). En la parte superior se encuentra nuestra esperanza la Nueva Jerusalén, cielo nuevo y tierra nueva (Apocalipsis 21). También aparece el símbolo de un árbol frondoso, que representa el Árbol de la Vida, sus hojas son para la sanidad de las naciones (Apocalipsis 22:2). Un arte que nos despierta el interés por saber más sobre nuestro Señor, quien está viniendo a casarse con su novia, la iglesia. |
Ευαγγελιο: Traducción Contemporánea de la Biblia.
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