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Salmos 104 - Biblia Lenguaje Básico


SALMO 104 Salmo al Creador

1-3 Quiero bendecirte a ti, mi Dios, porque eres el más grande; estás cubierto de una majestad esplendorosa y te envuelve un manto de luz. Extendiste los cielos como un tapiz y sobre las aguas del cielo pusiste el lugar donde habitas. Las nubes son tus carros de combate; ¡viajas sobre las alas del viento!

4 Los vientos son tus mensajeros, los relámpagos están a tu servicio.

5 Afirmaste la tierra sobre sus bases, y de allí jamás se moverá.

6 Cubriste la tierra con el agua del mar; ¡cubriste por completo las cumbres de los montes!

7 Pero lo increpaste, y el mar se retiró; al oír tu voz de trueno, el mar se dio a la fuga.

8 Las aguas subieron a los montes, bajaron a los valles y al final llegaron al lugar que les habías señalado.

9 Tú les pusiste límites que jamás deben rebasar para que nunca más vuelvan a inundar la tierra.

10 Dios mío, tú haces que los manantiales se conviertan en ríos y corran entre montañas;

11 en sus aguas apagan su sed las bestias del campo y los burros salvajes;

12 en las orillas de esos ríos hacen su nido las aves del cielo que dejan oír su canto entre las ramas.

13 Dios mío, desde tu morada en el cielo riegas los montes con tu lluvia, y haces que sea fecunda la tierra.

14 Tú haces crecer la hierba para que coma el ganado; también haces crecer las plantas que cultiva el ser humano para sacar pan de la tierra,

15 el pan, que da fuerzas, el vino, que da alegría, y el perfume, que da belleza.

16 Los cedros del Líbano, árboles que tú mismo plantaste, tienen agua en abundancia.

17 En ellos anidan las aves; en sus ramas habitan las cigüeñas.

18 En las montañas más altas viven las cabras monteses, y entre las rocas se esconden los conejos.

19 Tú hiciste la luna para medir los meses, y le enseñaste al sol a qué hora debe ocultarse.

20 En cuanto el sol se pone, llega la oscuridad de la noche. Es la hora en que rondan todos los animales del bosque,

21 la hora en que los leones acechan la presa y te piden su comida.

22 Pero, en cuanto sale el sol, corren de nuevo a sus cuevas y allí se quedan dormidos.

23 Entonces nos levantamos para hacer nuestro trabajo, hasta que llega la noche.

24 Dios mío, tú has hecho muchas cosas, y todas las hiciste con sabiduría. ¡La tierra entera está llena de todas tus criaturas!

25 Ahí está el ancho mar, con sus grandes olas; en él hay muchos animales, grandes y pequeños; ¡es imposible contarlos!

26 Por él navegan los barcos y en él vive el monstruo marino con el que te diviertes.

27 Todos estos animales dependen de ti, y esperan que llegue la hora en que tú les des su alimento.

28 Se lo das y ellos lo reciben; abres la mano y quedan saciados.

29 Si les das la espalda, se llenan de miedo; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo;

30 pero envías tu espíritu y todo en la tierra cobra nueva vida.

31 Dios mío, que tu poder dure para siempre, ¡que todo lo que creaste sea para ti motivo de gozo!

32 Cuando miras la tierra, ella se pone a temblar; las altas montañas demuestran tu grandeza.

33-35 Que los pecadores desaparezcan de la tierra, y que los malvados dejen de existir. Dios mío, te alabaremos mientras existamos y te cantaremos himnos mientras vivamos. Recibe con agrado nuestros cánticos, nuestros pensamientos; ¡tú eres nuestra mayor alegría! Yo alabaré a mi Dios con todas mis fuerzas. ¡Alabad a Dios!

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