Zacarías 11 - Biblia Martin Nieto1 Abre tus puertas, Líbano, y que el fuego devore tus cedros. 2 Gime de dolor, ciprés, porque ha caído el cedro, porque los poderosos han sido derribados. Gemid, encinas de Basán, pues fue talada la selva impenetrable. 3 Escuchad el gemido de los pastores, porque los espléndidos pastos han sido abrasados; se oye el rugido de los leones, porque el esplendor del Jordán ha sido devastado. 4 Esto dice el Señor todopoderoso: Apacienta las ovejas para el matadero. 5 Sus compradores las mataban sin incurrir en sanción, y sus vendedores dicen: 'Bendito sea el Señor; me voy a hacer rico'. Y sus pastores no tienen compasión de ellas. 6 Pues no volveré yo a tener compasión de los habitantes de la tierra, palabra del Señor. Voy a entregar a cada hombre en manos de su prójimo y en manos de su rey. Ellos devastarán la tierra, y yo no los libraré de sus manos. 7 Entonces me puse a apacentar las ovejas del matadero por cuenta de los tratantes. Tomé dos cayados; a uno le puse por nombre Benevolencia y al otro le llamé Unión, y me puse a apacentar las ovejas. 8 En un mes rechacé a tres pastores. Llegué a asquearme de las ovejas, y también ellas se cansaron de mí. 9 Y dije: No os apacentaré más; la que haya de morir muera, y la que haya de perecer perezca, y las que queden que se coman unas a otras. 10 Después tomé el cayado Benevolencia y lo rompí, para romper el pacto que el Señor había hecho con todos los pueblos. 11 Y los tratantes que me vigilaban reconocieron que ésta era la palabra del Señor. 12 Después les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y me pagaron treinta monedas de plata. 13 Y el Señor me dijo: Echa al tesoro ese magnífico precio en que me han tasado. Yo tomé treinta monedas de plata y las eché en el tesoro del templo del Señor. 14 A continuación rompí el segundo cayado, Unión, para romper la hermandad entre Judá e Israel. 15 Y el Señor me dijo: Toma otra vez el ajuar de un pastor insensato. 16 Porque voy a poner en este país a un pastor insensato, que no se preocupará de la oveja perdida, ni buscará la que anda descarriada, ni curará a la herida, ni alimentará a las sanas; sino que comerá la carne de las más gordas y no dejará ni las pezuñas. 17 ¡Ay del pastor infiel que abandona las ovejas! ¡Que la espada venga sobre su brazo y sobre su ojo derecho! ¡Que su brazo se seque y que su ojo derecho quede completamente ciego! |
Evaristo Martín Nieto©