Salmos 104 - Nueva Biblia Española (1975)1 Bendice, alma mía, al Señor. ¡Dios mío, qué grande eres! 2 Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. 3 Despliegas el cielo como una tienda, construyes tus salones sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; 4 los vientos te sirven de mensajeros, el fuego llameante, de ministro. 5 Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; 6 la cubriste con el manto del océano, y las aguas asaltaron las montañas; 7 pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron, 8 mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto asignado. 9 Trazaste una frontera que no traspasarán y no volverán a cubrir la tierra. 10 De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; 11 en ellos beben las fieras agrestes, el burro salvaje apaga su sed; 12 junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. 13 Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; 14 haces brotar hierba para los ganados y forraje para las bestias de labor; 15 así saca él pan de los campos, y vino que le alegra el ánimo, y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da fuerzas. 16 Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó. 17 Allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. 18 Los riscos son para las cabras, las peñas son madrigueras de tejones. 19 Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. 20 Traes las tinieblas y se hace de noche y rondan las fieras de la selva; 21 los cachorros rugen por la presa reclamando a Dios su comida. 22 Cuando brilla el sol se retiran y se tumban en sus guaridas; 23 el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el atardecer. 24 Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría, la tierra está llena de tus criaturas. 25 Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; 26 lo surcan las naves y el Leviatán que modelaste para jugar con él'. 27 Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo; 28 se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes; 29 escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo; 30 envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. 31 Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. 32 Cuando él mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean. 33 Cantaré al Señor mientras viva, tañeré para mi Dios mientras exista: 34 que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. 35 Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Aleluya! |
Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.