Lamentaciones 3 - Nueva Biblia Española (1975)1 Yo soy el hombre que ha probado el dolor bajo la vara de su cólera, 2 porque me ha llevado y conducido no a la luz, a las tinieblas; 3 vuelve y revuelve su mano todo el día contra mí. 4 Me ha consumido la piel y la carne y me ha roto los huesos; 5 en torno mío ha levantado un cerco de veneno y amargura 6 y me ha confinado en las tinieblas, como a los muertos de antaño. 7 Me ha tapiado sin salida cargándome de cadenas; 8 por más que grito: 'Socorro', se hace sordo a mi súplica; 9 me ha cerrado el paso con sillares, y ha retorcido mis sendas. 10 Me está acechando como un oso o como un león escondido; 11 me ha cerrado el camino para despedazarme y me ha dejado inerte; 12 tensa el arco y me hace blanco de sus flechas. 13 Me ha clavado en las entrañas las flechas de su aljaba: 14 la gente se burla de mí, me saca coplas todo el día: 15 me ha saciado de hieles abrevándome con ajenjo. 16 Me ha destrozado los dientes con guijas, y me ha revolcado en el polvo; 17 me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; 18 me digo: 'Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor'. 19 Recuerda mi aflicción y mi amargura, la hiel que me envenena; 20 yo no hago más que recordarlo, y me siento abatido. 21 Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: 22 que la lealtad del Señor no termina y no se acaba su compasión; 23 antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! 24 'El Señor es mi lote', me digo, y espero en él. 25 El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; 26 es bueno esperar en silencio la salvación del Señor; 27 le irá bien al hombre si carga con el yugo desde joven. 28 Que se esté solo y callado cuando la desgracia descarga sobre él; 29 que pegue la boca al polvo, quizá quede esperanza; 30 que entregue la mejilla al que lo hiere y se sacie de oprobios. 31 Porque el Señor no rechaza para siempre; 32 aunque aflige, se compadece con gran misericordia, 33 porque no goza afligiendo o apenando a los hombres. 34 Aplastar bajo los pies a todos los prisioneros de la tierra, 35 negar su derecho al pobre, en presencia del Altísimo, 36 defraudar a alguien en un proceso: eso no lo aprueba el Señor. 37 ¿Quién mandó que sucediera si no fue el Señor?, 38 ¿no es el Señor quien dispone que suceda el bien y el mal? 39 Si un hombre sigue vivo, ¿a qué quejarse de la pena que cumple? 40 Examinemos y revisemos nuestra conducta y volvamos al Señor, 41 levantemos con las manos el corazón al Dios del cielo: 42 nosotros nos hemos rebelado pecando, y tú no nos has perdonado; 43 envuelto en cólera nos has perseguido y matado sin piedad, 44 te has envuelto en nubes para que no te alcancen las plegarias; 45 nos has hecho el desprecio y el desecho de las gentes. 46 Todos nuestros enemigos se ríen de nosotros; 47 nos asaltan terrores y espantos, desgracias y fracasos, 48 derramo arroyos de lágrimas por la ruina de la capital. 49 Mis ojos se diluyen sin cesar y sin alivio, 50 hasta que el Señor desde el cielo se asome y me vea; 51 mis ojos me están maltratando por las jóvenes de mi ciudad. 52 Me han dado caza, como a un pájaro, los que me odian sin razón; 53 me han arrojado vivo al pozo y me han echado una piedra encima; 54 se cierran las aguas sobre mi cabeza, y pienso: 'Estoy perdido'. 55 Invoqué tu nombre, Señor, de lo hondo de la fosa: 56 oye mi voz, no cierres el oído a mis gritos de auxilio; 57 tú te acercaste cuando te llamé y me dijiste: 'No temas'. 58 Te encargaste de defender mi causa y de rescatar mi vida, 59 has visto que padezco injusticia, juzga mi causa; 60 has visto la venganza que traman contra mí; 61 has oído, Señor, cómo me insultan y traman mi desgracia, 62 lo que dicen y piensan contra mí continuamente; 63 vigila todos sus movimientos: soy el objeto de sus sátiras, 64 Tú les pagarás, Señor, como merecen sus obras, 65 les darás una mente obcecada y los maldecirás; 66 los perseguirás con ira hasta aniquilarlos bajo el cielo, Señor. |
Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.