Isaías 32 - Nueva Biblia Española (1975)1 Miren: reinará con justicia un rey y sus jefes gobernarán según derecho. 2 Será uno como abrigo del viento, reparo del aguacero, como acequias en secano, sombra de roca maciza en tierra reseca. 3 Los ojos de los que ven no estarán cerrados y los oídos de los que oyen atenderán; 4 la mente precipitada aprenderá sensatez, la lengua tartamuda hablará con soltura y claridad, 5 Ya no llamarán noble al necio ni tratarán de excelencia al pícaro, 6 pues el necio dice necedades y por dentro planea el crimen; practica el vicio y habla perversamente del Señor, deja vacío al hambriento, priva de agua al sediento, 7 El pícaro usa malas artes y maquina sus intrigas; perjudica a los hombres con mentiras y al desvalido que defiende su derecho. 8 En cambio el noble tiene planes nobles y está firme en su noble sentir, 9 Mujeres despreocupadas, levántense, escuchen mi voz, damas confiadas, presten oído a mi discurso: 10 Dentro de un año y unos días temblarán las confiadas, pues se consumirá la vendimia y no habrá cosecha. 11 Estremézcanse las despreocupadas, tiemblen las confiadas, desnúdense del todo y cíñanse un sayal, 12 golpéense los pechos en duelo por los campos preciados, por las viñas fecundas, 13 por las tierras de mi pueblo donde crecen zarzas y cardos, por las casas alegres y la ciudad divertida. 14 Porque el palacio está vacío, la ciudad populosa desierta, el collado y la atalaya, convertidos en cuevas para siempre, en delicia de burros y pastizal de rebaños; 15 hasta que se derrame sobre nosotros un aliento de lo alto; entonces el desierto será un vergel, el vergel contará como un bosque, 16 en el desierto morará la justicia, y el derecho habitará en el vergel, 17 el fruto de la justicia será la paz, la acción del derecho, calma y tranquilidad perpetuas; 18 mi pueblo habitará en un lugar pacífico, en moradas tranquilas, en mansiones sosegadas; 19 aunque sea talado el bosque, aunque sea abatida la ciudad. 20 Dichosos ustedes que siembran junto al agua y dan suelta al toro y al burro. ¡Ay de ti, devastador, nunca devastado, saqueador, nunca saqueado! |
Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.