Miren el monte Sion que se eleva al norte de la ciudad alzándose sobre la llanura para que todos lo vean; el monte Sion, gozo de toda la tierra, residencia del gran Rey.
Mateo 5:35 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 ni juren por la tierra, porque es donde él pone sus pies; ni por Jerusalén, porque Jerusalén es la capital del gran Rey. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Biblia Nueva Traducción Viviente Y no digas: “¡Por la tierra!”, porque la tierra es donde descansa sus pies. Tampoco digas: “¡Por Jerusalén!”, porque Jerusalén es la ciudad del gran Rey. Biblia Católica (Latinoamericana) ni por la tierra, que es la tarima de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. La Biblia Textual 3a Edicion ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies,° ni hacia° Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey;° Biblia Serafín de Ausejo 1975 ni por la tierra, porque es escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey; Biblia Reina Valera Gómez (2023) ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. |
Miren el monte Sion que se eleva al norte de la ciudad alzándose sobre la llanura para que todos lo vean; el monte Sion, gozo de toda la tierra, residencia del gran Rey.
El Señor ama los portones de Sion más que a todas las casas de Jacob.
¡Exaltemos al Señor, nuestro Dios! Inclinémonos hasta sus pies para adorarlo porque él es santo.
El cielo es mi trono y la tierra es apoyo para mis pies. ¿Qué templo semejante a este pueden construirme ustedes?
¡Maldito todo aquel que me promete un carnero sano de su rebaño, pero luego lo sustituye por uno enfermo! Porque yo soy el gran Rey, y no permitiré que mi gran fama sea tenida en menos en las naciones por culpa de ustedes. Lo digo yo, el Señor Todopoderoso.
Ni siquiera juren por su propia cabeza, porque no pueden volver blanco o negro ni un solo cabello.
»“El cielo es mi trono”, dijo el profeta, “y la tierra es mi estrado. ¿Qué casa me pueden edificar ustedes? ¿Podré yo vivir en ella?
Me llevó en el Espíritu a la cumbre de un monte alto, y desde allí contemplé una ciudad que bajaba del cielo, de delante de Dios. Era la santa Jerusalén.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de donde estaba Dios. Tenía la apariencia gloriosa y bella de una novia.