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Juan 20:13 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Le preguntaron los ángeles: ―¿Por qué lloras, mujer? Ella les respondió: ―Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.

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Biblia Reina Valera 1960

Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles. —Porque se han llevado a mi Señor —contestó ella—, y no sé dónde lo han puesto.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Le dijeron: 'Mujer, ¿por qué lloras?' Les respondió: 'Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Ellos le dicen: Mujer ¿por qué lloras? Les dice: Porque se llevaron a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Le dicen ellos: 'Mujer, ¿por qué lloras?'. Ella les responde: 'Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han colocado'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

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Juan 20:13
13 Tagairtí Cros  

Tiempo de llorar; Tiempo de reír; Tiempo de tener duelo; Tiempo de danzar;


Pero el Señor dice: ¡No llores más, porque yo he oído tus plegarias y te aseguro que los volverás a ver; regresarán a ti desde la lejana tierra enemiga donde ahora se encuentran!


Él les preguntó: ―¿De qué vienen hablando por el camino? Se detuvieron; tenían los rostros embargados de tristeza.


Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre: ―Mujer, ahí tienes a tu hijo.


Jesús le respondió: ―Mujer, ¿acaso es mi problema? Todavía no ha llegado mi hora.


Jesús le dijo: ―¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella creyó que era el que cuidaba el huerto, y le dijo: ―Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por él.


Así que fue corriendo a donde estaban Simón Pedro y el discípulo al que Jesús quería mucho, y les dijo: ―¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!


―¿A qué viene tanto llanto? —nos respondió Pablo—. ¿Quieren destrozarme el corazón? Estoy dispuesto no sólo a sufrir las prisiones de Jerusalén sino también a morir por la causa del Señor Jesús.


«¿Qué pasa, Ana? —le preguntaba Elcaná—, ¿por qué no comes? ¿Por qué te afliges tanto por no tener hijos? ¿No es mejor tenerme a mí que tener diez hijos?».