Por eso David le dijo a Abisay: «Ese Sabá hijo de Bicrí nos va a causar más daño que Absalón. Toma, pues, mi guardia personal y persíguelo, no sea que entre en una ciudad fortificada donde no podamos alcanzarlo».
Josué 10:20 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Josué y los hombres de Israel siguieron la matanza y exterminaron a los cinco ejércitos, salvo un pequeño grupo que logró llegar a sus ciudades fortificadas. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Y aconteció que cuando Josué y los hijos de Israel acabaron de herirlos con gran mortandad hasta destruirlos, los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces Josué y el ejército israelita continuaron con la masacre y derrotaron al enemigo por completo. Exterminaron totalmente a los cinco ejércitos con excepción de un pequeño grupo que logró llegar a sus ciudades fortificadas. Biblia Católica (Latinoamericana) Josué y los israelitas terminaron de masacrarlos y de exterminarlos; sólo algunos escapados lograron llegar a las ciudades fortificadas. La Biblia Textual 3a Edicion Y sucedió que cuando Josué y los hijos de Israel acabaron de herirlos con gran mortandad, hasta acabarlos, los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Josué y los israelitas acabaron de infligirles una completa derrota, hasta exterminarlos, aunque algunos fugitivos consiguieron escapar y se refugiaron en las ciudades fortificadas. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y aconteció que cuando Josué y los hijos de Israel terminaron de herirlos con gran mortandad, hasta destruirlos, los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas. |
Por eso David le dijo a Abisay: «Ese Sabá hijo de Bicrí nos va a causar más daño que Absalón. Toma, pues, mi guardia personal y persíguelo, no sea que entre en una ciudad fortificada donde no podamos alcanzarlo».
Sin embargo, el grueso de los caballos y carros fueron capturados, y la mayor parte de los sirios murió en aquella batalla.
Ese día, Judá mató a quinientos mil de los mejores guerreros de Israel.
Grítenle a la gente de Jerusalén y Judea que den la alarma por todo el país y se comunique por todos lados: «¡Huyan para salvarse! ¡Refúgiense en los edificios más seguros de cada ciudad!».
Entonces el pueblo dirá: «¿Para qué esperar a morir aquí? Vengan, vamos a las ciudades protegidas y perezcamos allá. Porque el Señor Dios nuestro nos ha condenado a muerte y nos ha dado a beber copa de veneno por todas nuestras maldades.
»En las ciudades que están dentro de los límites de la tierra que el Señor tu Dios te da, no perdonarás a nadie; destruirás a todo ser viviente.
El Señor hizo cundir el pánico entre ellos, y los israelitas hicieron una gran matanza en Gabaón y los persiguió hasta Bet Jorón, Azeca y Maquedá, dándoles muerte a lo largo del camino.
Luego ordenó al resto de los hombres: «Vayan en persecución del enemigo y atáquenlo por la retaguardia. No permitan que regresen a sus ciudades, porque el Señor nos ayudará a destruirlos completamente».
Los israelitas regresaron al campamento en Maquedá sin haber perdido un solo hombre. Después de esto, nadie se atrevió a atacar a Israel.
Luego atacaron y destruyeron a las demás ciudades con sus reyes. Todos los habitantes fueron muertos de la manera que Moisés había ordenado mucho tiempo antes.
Y el Señor los entregó en manos de los israelitas, quienes los persiguieron hasta Sidón la grande y hasta un lugar llamado Misrefot Mayin (Minas de Sal) y hasta el valle de Mizpa al oriente. Ninguno de los enemigos sobrevivió a la batalla.
Cuando Israel terminó la matanza de todos los que estaban fuera de la ciudad, regresaron y acabaron con todos los que quedaban en ella.