Bíobla ar líne

Fógraí


An Bíobla ar fad Sean-Tiomna Tiomna Nua




Amós 9:1 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Vi al Señor parado al lado del altar del templo de Jerusalén, y dijo: «Destrocen los capiteles de las columnas y sacudan el templo hasta que las columnas se desmoronen y el techo se desplome sobre la gente. Si alguno queda vivo en esa ocasión, entonces haré que muera en la guerra. ¡Ninguno logrará escapar con vida!

Féach an chaibidil
Taispeáin Interlinear Bible

Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Derriba el capitel, y estremézcanse las puertas, y hazlos pedazos sobre la cabeza de todos; y al postrero de ellos mataré a espada; no habrá de ellos quien huya, ni quien escape.

Féach an chaibidil

Biblia Nueva Traducción Viviente

Entonces vi una visión del Señor, quien estaba de pie junto al altar, y dijo: «Golpea la parte superior de las columnas del templo para que los cimientos se sacudan. Derriba el techo sobre las cabezas de la gente. Mataré a espada a los que sobrevivan. ¡Nadie escapará!

Féach an chaibidil

Biblia Católica (Latinoamericana)

Vi al Señor, de pie junto al altar, que decía: 'Rompe las columnas para que se hunda el techo y les parta a todos la cabeza; y si alguno llega a salvarse, lo mataré a espada; pues ninguno de ellos podrá huir, no escapará nadie con vida.

Féach an chaibidil

La Biblia Textual 3a Edicion

Vi a Adonay de pie junto al altar, y dijo: Golpea los capiteles para que se estremezcan los pilares; Hazlos pedazos sobre la cabeza de todos, Y Yo haré que mueran los que queden de ellos, Para que nadie logre escapar.

Féach an chaibidil

Biblia Serafín de Ausejo 1975

Vi a Yahveh, de pie junto al altar, que decía: '¡Rompe el capitel y que se desplomen los dinteles! Les cortaré a todos ellos la cabeza y a los que queden los mataré a espada; ninguno de ellos podrá huir, ni un solo evadido se podrá salvar.

Féach an chaibidil

Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Hiere el umbral, y estremézcanse las puertas: y córtales en piezas la cabeza de todos; y el postrero de ellos mataré a espada; no habrá de ellos quien se fugue, ni quien escape.

Féach an chaibidil
Aistriúcháin eile



Amós 9:1
28 Tagairtí Cros  

―El Señor me dijo algo más —agregó Micaías—. Yo vi al Señor sentado en su trono y rodeado por una inmensa multitud de ángeles.


Pero Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, destrozará el cráneo de los que aman vivir pecando.


El Señor nos dice: «A mis enemigos los regresaré de Basán; de las profundidades del mar los haré volver».


“No”, dicen, “de Egipto obtendremos auxilio, ellos nos darán veloces caballos para entrar en batalla”. ¡Pero la única velocidad que percibirán será la de sus enemigos que los persiguen!


¡Yo vi al Señor el año que murió el rey Uzías! Ocupaba un trono sublime, y el templo estaba lleno de su gloria.


Por lo tanto, dice el Señor, dejaré que caigan desgracias sobre ellos y no escaparán. Por más que se quejen de su mal, no atenderé sus súplicas.


la guerra y el hambre que temen irán pisándoles los talones y allá les alcanzarán.


El que huya caerá en una trampa y el que escape de esta caerá en un lazo de cazador. Yo me encargaré de que no escapen, porque ha llegado el día de su juicio, dice el Señor.


Había una aureola resplandeciente semejante a un arco iris alrededor de él. Ese era el aspecto que la presencia magnífica del Señor tenía para mí. Y cuando yo lo vi, caí rostro a tierra, y oí la voz de alguien que me hablaba.


Luego la magnífica presencia del Señor se alzó desde los querubines, donde estaba asentada, y se trasladó a la puerta del templo. El templo estaba lleno de la magnífica presencia, que se veía como una nube, y el atrio del templo se llenó también del esplendor de la magnífica presencia del Señor.


Y yo me pondré contra ellos para asegurar que si escapan de un fuego, caigan en otro; y entonces sabrán que yo soy el Señor.


Ante su llamado aparecieron seis hombres procediendo de la puerta superior del norte, cada uno portando sus armas, listos para castigar. Uno de ellos estaba vestido de lino y llevaba un tintero de escribano ceñido al costado. Todos entraron al templo y se pararon a un lado del altar de bronce.


»En aquel mismo día en que yo castigue a Israel a causa de sus maldades, también destruiré los altares de ídolos en Betel; los cuernos distintivos de los altares idolátricos serán cortados y arrojados por el suelo.


Por eso, el Señor te dice: “Escucha lo que se te viene encima: Tu esposa se convertirá en una prostituta en esta ciudad, tus hijos e hijas serán muertos en una batalla y tu tierra será repartida entre tus enemigos. Tú mismo morirás en una tierra pagana, y el pueblo de Israel será llevado como esclavo a un país extraño, muy lejos de aquí”.


Derribaré los altares y los templos de los ídolos que se ha hecho Israel, y también mataré con espada a la familia del rey Jeroboán.


Saliste a salvar a tu pueblo escogido. Aplastaste al rey de esos impíos y derrotaste a todos sus seguidores.


En aquel día buscaré cuidadosamente por toda Jerusalén a todos los tramposos, castigaré a los que reposan tranquilos después del robo; también a los que se atreven a pensar que el Señor no interviene ni para bien ni para mal.


La que fuera ciudad orgullosa se convertirá en tierra de pastoreo para ovejas. Toda clase de animales salvajes pondrán ahí su guarida. El erizo tendrá allí su madriguera. Los buitres y los búhos vivirán entre las ruinas de los palacios, cantando desde las ventanas desvencijadas. Los cuervos graznarán desde sus puertas carcomidas. Todo su entablado de cedro quedará a la intemperie, a merced del viento.


A Dios nadie lo ha visto nunca; pero el Hijo único, que es Dios mismo y siempre está en unión con el Padre, nos ha enseñado cómo es, para que así lo podamos conocer.


Juan añadió: «Yo vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él.


Era el mediodía, oh rey Agripa, cuando por el camino vi una luz del cielo, más brillante que el sol y su resplandor nos envolvió a mí y a los que iban conmigo.


ordenó que se pusiera una gran piedra contra la entrada de la cueva y que se pusiera guardia para que los reyes no escaparan.


Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero puso la mano derecha sobre mí y me dijo: «¡No temas! Soy el primero y el último,


Otro ángel, con un incensario de oro, vino y se paró ante el altar; allí se le entregó una gran cantidad de incienso para que lo mezclara con las oraciones de todo el pueblo de Dios y lo ofreciera sobre el altar de oro que estaba delante del trono.