Entonces como viese todo el pueblo que no les escuchaba el rey, el pueblo dió respuesta al rey, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros en David? ¡y ninguna herencia tenemos ya en el hijo de Isaí! ¡A tus tiendas, oh Israel! ¡Ahora pues, David, mira por tu casa! E Israel se fué a sus tiendas.
Has batido, es cierto, a Edom, y se te ha elevado el corazón; gloríate de esto, y estáte en tu casa; pues ¿por qué quieres ponerte en contienda con la calamidad, para que te pierdas tú, y Judá contigo?
el tal es hinchado de orgullo, no sabiendo nada, sino teniendo un enfermizo afecto a cuestiones y disputas de palabras, de donde provienen envidias, contenciones, blasfemias, sospechas siniestras,
¿DE dónde vienen las guerras y de dónde las contiendas, entre vosotros? ¿No vienen de aquí, a saber, de vuestras pasiones, las cuales guerrean en vuestros miembros?
Y aconteció que cuantos lo vieron decían: ¡Nunca se ha hecho, ni jamás se ha visto cosa semejante, desde el día en que los hijos de Israel subieron de Egipto, hasta el día de hoy! ¡Consideradlo bien, tomad consejo, y hablad!