De acuerdo con el pueblo, designó cantores, que, revestidos con los ornamentos sagrados, iban delante del ejército cantando y alabando al Señor: 'Alabad al Señor, porque es eterno su amor'.
Salmos 18:4 - Biblia Martin Nieto ¡Alabado sea Dios! Yo le invoco y salgo victorioso de mis enemigos. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Me rodearon ligaduras de muerte, Y torrentes de perversidad me atemorizaron. Biblia Nueva Traducción Viviente Me enredaron las cuerdas de la muerte; me arrasó una inundación devastadora. Biblia Católica (Latinoamericana) Las aguas de la muerte me envolvían, los torrentes devastadores me aterraban;' La Biblia Textual 3a Edicion Me rodearon los lazos de la Muerte, Sentí el espanto de los torrentes de Belial. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Yo clamo al Señor, el adorable, y de mis enemigos seré salvo. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Me rodearon los dolores de la muerte, y torrentes de hombres perversos me atemorizaron. |
De acuerdo con el pueblo, designó cantores, que, revestidos con los ornamentos sagrados, iban delante del ejército cantando y alabando al Señor: 'Alabad al Señor, porque es eterno su amor'.
Tan pronto como comenzó el canto de júbilo y alabanza, el Señor suscitó la confusión entre los amonitas, los moabitas y los de las montañas de Seír, que venían a atacar a Judá, y se enfrentaron unos contra otros.
Me cercaron los lazos de la muerte, me sorprendieron las redes del abismo, me hundí en la angustia y la tristeza;
nos habrían anegado las aguas, el torrente habría pasado por encima de nosotros;
mi garganta está seca lo mismo que cascajo, mi lengua se me pega al paladar; me has hundido en el polvo de la muerte.
Están espantados; dolores y espasmos les asaltan, y se retuercen como mujer en parto; unos a otros se miran aterrados, sus rostros son una llama.
Aún estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los doce, y con él un gran tropel de gente con espadas y palos, enviados por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
Jesús dijo a aquel tropel de gente: '¡Habéis venido a prenderme como a un ladrón, con espadas y palos! Todos los días enseñaba sentado en el templo y no me prendisteis.
Toda la ciudad se alborotó y la gente acudió en masa. Prendieron a Pablo, lo arrastraron fuera del templo y cerraron rápidamente las puertas.
Tuvimos como segura la sentencia de muerte, para que no confiemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucitará a los muertos.